La compa�era de trabajo est� caliente


El autoestopista


Mujeres en el poder


La jefa dominante


El ej�rcito te har� un hombre


El poder del uniforme


Las ladronas salidas


Men� principal

Esta historia contiene muchas situaciones que a menudo se consideran tab�.
Estos elementos incluyen: sadomaso, ataduras, sexo forzado y varios otros.
No pretende ser una justificaci�n del sexo forzado (violaci�n) de ninguno de
los modos en que pueda aparecer.
La violaci�n es un delito y en ninguna circunstancia puede tolerarse.
Sin embargo esto no impide que muchos hombres y mujeres tengan las llamadas "fantas�as de violaci�n".
Las "fantas�as de violaci�n" no significan el deseo de violar a alguien sino el deseo de ser forzado a tener trato sexual con alguien con quien, en todo caso, te gustar�a ir a la cama.

El ej�rcito te har� un hombre
(traducido del ingl�s al espa�ol por GGG con mis propias modificaciones)

Te contar� la historia de mi servicio militar.
S�, lo oyes bien: servicio militar.
Aunque en B�lgica el servicio militar fue abolido hace tiempo, en 1986 fui convocado para apuntar a reconocimiento militar.
Como cada chico de 18 a�os solo esperaba una cosa, desde luego: ser declarado in�til para el servicio.
Despu�s de la formacci�n de dos meses en B�lgica ten�a que ir a Alemania durante 8 meses.
En esa �poca era un muchacho poco independiente, de manera que me costaba much�simo a dejar atr�s mi hogar familiar durante tanto tiempo.
Bueno, como mi madre sol�a decir "el ej�rcito te har� un hombre", y fue con ese consuelo en la cabeza como llegu� a un cuartel alem�n.

Aprend� r�pidamente c�mo se hac�an las cosas en el ej�rcito, c�mo hab�a que saludar y obedecer a cualquiera que tuviera mayor grado que t�.
Hab�a pisoteado estas reglas unas cuantas veces, y hab�a comprobado que te trataban con mano dura por ese motivo.
Siempre hab�a detestado la limpieza, y los sargentos te obligaban a hacer las tareas pesad�simas.
En estos d�as me afectaba que hubiera muchas mujeres en el cuartel donde trabajaba.
A pesar de los prejuicios sobre las mujeres que sirven en el ej�rcito me di cuenta de que verdaderamente no todas eran feas.

Tambi�n tengo que decir que en ese momente, pese a mi edad, ten�a muy poca experiencia sexual, o quiz�s deber�a decir que ninguna.
Ten�a novia, pero no hab�a pasado nada m�s que un beso franc�s.
Sin embargo la quer�a mucho, y realmente no quer�a serle infiel.
El sexo era algo que, por alguna raz�n inexplicable, me infund�a miedo, y no me sent�a preparado todav�a para ello.
El jefe de nuestro pelot�n era una mujer con el grado de sargento y, probablemente por ser mujer, deseaba imponer su autoridad sobre el pelot�n.
Por la ma�ana nos levant�bamos a las seis y media y a las siete y media la habitaci�n ten�a que estar impecablemente en orden.
Ten�amos que estar en posici�n derecha como una vela junto a nuestra cama, mientras ella entraba e inspeccionaba tanto las camas como nuestra ropa.
Cualquier fallo se castigaba sin piedad, para horror de los milicianos un poco m�s descuidados.
Si sus camas no estaban bien hechas, tendr�an que hacer todo tipo de faenas, como lampacear las escaleras del cuartel o limpiar los zapatos de todos los oficiales.

S�, Melisa era una t�a dura, el grupo ya lo hab�a experimentado.
Pero la mayor�a de los t�os del grupo estaban completamente locos por su aspecto, y no habr�an querido otra cosa que tenerla en sus manos.
Melisa ten�a el pelo rojo claro, que llevaba extremadamente corto, siguiendo las reglas del ej�rcito.
Sin embargo, este pelo corto hac�a resaltar bien sus magn�ficos ojos verde esmeralda.
Adem�s, ten�a una boca que parec�a encarnado de por s�, a�n sin que llevara rojo de labios.
Su estatura de casi 1,90 m reforzaba la impresi�n imponente.
Era muy esbelta, y el traje caqui militar que llevaba no pod�a ocultar el hecho de que deb�a disponer de una copa C muy bien formada.

De las otras mujeres que conoc� en el cuartel, Anita debe haber sido la m�s guapa.
Anita no era una miliciana, sino una voluntaria.
En ese tiempo las chicas no ten�an que hacer servicio militar, pero pod�an apuntarse voluntariamente al ej�rcito.
Anita era una de ellas.
Ten�a el pelo corto y casta�o, con grandes ojos marrones que realzaban su magn�fica carita.
Sus labios llenos parec�an irradiar toda sensualidad.
Adem�s era de 1,75 m y era plantado perfectamente esbelta.
Bajo su uniforme militar llevaba sin duda unas grandes copas D.
Entre los chicos hab�a una atm�sfera t�pica que solo se encuentra en los lugares donde hay un grupo de hombres de todas clases, agrupados durante cierto tiempo.
Por la noche iban en grupo al bar, donde cortaban, arrimados a la barra, los chistes m�s rancios.
Desde luego yo participi� ensioso, porque no quer�a llamar la atenci�n, ya que s�lo me habr�a llevado a fastidios.
Admitir que era todav�a virgen era la peor cosa que pod�a haber hecho, de modo que intent� presentarme como muy cr�tico, como si ninguna mujer fuera lo suficientemente buena para m�.
Afortunadamente ten�a una novia a la que siempre pod�a referir si se me preguntaba porque no intentaba ligar con una alemana en los bares locales.
El principal tema de conversaci�n entre los chicos eran, por supuesto, las mujeres y se daban puntuaciones a su aspecto.
Los chicos estaban locos por Melisa, que consegu�a marcas m�ximas debido a sus pechos perfectos y a su aspecto provocativo.
No obstante ninguno se atrev�a a hacerle unos avances porque sent�an la impresi�n que Melisa era del tipo de mujeres que tomaban el mando en sus propias manos y que no dejar�a que la sedujeran.
Anita tambi�n ca�a en gracia a los chicos.
Cuando se hablaba de pechos muchos de ellos prefer�an el mayor tama�o y su aspecto voluptuoso ya hab�a vuelto loco a m�s de un chico.
Muchos hab�an probado sus posibilidades con Anita, pero ella siempre les hab�a rechazado.
Ese viernes, 15 de agosto -la fecha se quedar� grabada indeleblemente en mi memoria- yo segu�a mi rutina diaria.
Por la ma�ana salt� de la cama a las seis y media, y despu�s de lavarme, hice la cama diligentemente.
Me asegur� de que todo pareciera como una plata para estar seguro de no recibir una reprimenda de nuestra sargento.
El fin de semana era inminente y quer�a asegurar que podr�a ir a casa.
Unos cinco minutos antes de que tuviera lugar la inspecci�n de la habitaci�n tuve que dejarla un momento para ir al ba�o.
En el pasillo nota a mi izquierda a Melisa que estaba consultando animadamente con Anita.
Cuando las pas� Melisa le gui�� un ojo brevemente a Anita, y se dibuj� una sonrisa en su cara.
Despu�s de pasarlas realmente tuve la sensaci�n de que me vigilaban.
Encontr� extra�o que dos mujeres de rangos tan distintos estuvieran consultando as�, como si simplemente fueran amigas.

Debi� ocurrir en el breve periodo en que estuve en el ba�o.
De vuelta al cuarto result� que la inspecci�n ya hab�a empezado y me puse firme al lado de mi cama, preparado para la inspecci�n.
Como siempre preparaba las cosas muy de antemano, sab�a que no ten�a nada que temer.
Todo marchaba seg�n mis deseos hasta que lleg� a mi cama.
"�Qu� tenemos aqu�?" grit�.
Mir� a mi cama sorprendido.
Inmediatamente me result� claro que alguien me hab�a ca�do en el garlito.
Las s�banas, que eran de un blanco brillante hac�a un momento, estaban manchadas de barro.
"�Qu�?" exclam� asombrado.
"Yo no..." intent� a�n.
"T� sabes que la cama siempre debe estar en orden para la inspecci�n."
"Est�s arrestado para el fin de semana, Garc�a", grit�.
Yo estaba muy indignado: alguien de la habitaci�n me hab�a jugado una mala pasada, y ahora tendr�a que quedarme castigado por el fin de semana.
"Pero yo no he...", volv� a intentarlo.
"Garc�a, �este fin de semana te QUEDAR�S!", repiti� en un tono que no soport� resistencia.
Mir� a mi alrededor decepcionado, los otros se lo estaban pasando claramente bien a mi costa, pero parec�a imposible averiguar exactamente quien hab�a ensuciado de barro mis s�banas.
Por lo dem�s, el d�a pas� como todos los otros d�as.
Por la noche mis compa�eros de cuarto y la mayor�a de la gente del cuartel se fue a casa, as� que parec�a ser un cemeterio.
Despu�s de la cena fui a la cantina, donde para mi gran asombro comprob� que Melisa y Anita todav�a no se hab�an ido a casa.
Parec�an ser muy buenas amigas, y estaban sentadas un par de mesas m�s all�, mientras que yo estaba sentado solo en la barra con el barman.
Cuando me notaron empezaron a cuchichear animadamente.
Parec�an claramente tray�ndose algo entre manos, puesto que de tanto en tanto hab�an se�alaron en mi direcci�n y luego se partieron de risa.
Esto me segu� poniendo nervioso, despu�s de todo no ten�a ni idea de qu� estaban tramando estas dos mujeres.
Sobre las once de la noche, antes de lo normal, decid� ir a mi habitaci�n.
Ahora que este fin de semana todos los otros se hab�an ido a casa, era el �nico en la habitaci�n y todo el pasillo estaba tambi�n desierto lo que hizo que algunos escalofr�os me recorrieran la espalda.
En vista de lo c�lido del tiempo en agosto dorm� desnudo.
Por la ma�ana hab�a recibido otras s�banas y hecho con orden la cama.
De aburrimiento me dorm� enseguida.
Por tanto no o� los pasos que cada vez se acercaban a m�.
De repente la puerta se abri� y en el vano aparecieron Melisa y Anita, siempre con su uniforme militar caqui.
Ten�an la mirada severa y expectante.
"Eh, Garc�a, �es hora de levantarse! �Est�s a nuestro servicio este fin de semana!" grit� Melisa despiadadamente.
Me sent� muy avergonzado porque no me hab�a molestado en ponerme el pijama puesto que estuviera completamente solo en la habitaci�n.
Por eso vacil� un poco.
"�Te digo que salgas de la cama ahora mismo! O prefieres pasar todo el fin de semana limpiando los aseos.", sise� Melisa.
No tuve que pens�rmelo mucho, me levant� de la cama pero me envolv� en la s�bana, para que las chicas no pudieran verme desnudo.
"Aj�, nuestro chico no lleva pijama.", habl� con menosprecio Anita.
Melisa agradecidamente abus� de la situaci�n.
"Esto no en absoluto es seg�n las reglas, en castigo har�s inmediatamente 50 flexiones, �pero antes pon la s�bana en la cama!"
No ten�a otra opci�n que dejar la s�bana en la cama, as� que las chicas me ver�an completamente desnudo.
Me sonroj� hasta los dedos de los pies cuando tuve que darme la vuelta para poner la s�bana en la cama.
Las chicas se rieron tontamente cuando me vieron el culo desnudo.
Melisa cuchiche� algo a Anita, a lo que ella asinti� con la cabeza, pero no pude o�r exactamente que era lo que dec�an.
No obstante ten�a la sensaci�n de que se hab�an acordado en algo.
Me di la vuelta de modo que ahora ten�an mi cuerpo desnudo cara a cara.

Debo decir honestamente que soy un chico normal, de modo que no esperaba que estas chicas se sintieran atra�das por m�.
Aunque tengo bonitos ojos azules y pelo marr�n corto, por lo dem�s mi constituci�n era m�s bien fina y esbelta porque no practicaba mucho deporte por entonces.
En lo que se refiere a mi polla puedo decir que estoy un poco por encima de la mayor�a de los hombres, especialmente a lo ancho, pero en esa �poca no ten�a ni la menor idea de eso.
Cuando estuvo muy duro midi� unos 18 cm y unos 10 cm de ancho.
Ahora estaba un poco floja por el miedo.
Vi que Melisa y Anita me inspeccionaban desvergonzadamente de la cabeza a los pies, y para mi gran sorpresa, su mirada indicaba una gran lujuria.
Miraban a mi miembro de forma grosera y en su cara se dibuj� una sonrisa.
Para entonces me estaba empezando a sentir realmente inc�modo.
Empec� r�pidamente con las flexiones, despu�s de unas 10 las chicas se me acercaron.
De vez en cuando Melisa me empujaba el trasero con su pie haci�ndome doblar
contra el suelo.
Pareci� una eternidad antes de llegar a las 50.
Rendido me volv� a levantarme, contento de haber terminado el trabajo.
"Bien, lo hiciste realmente bien.", dijo Melisa con satisfacci�n.
"Ahora descansa un poco, lo necesitar�s.", me aconsej� Anita.
Se miraron una a la otra traviesamente.
Luego se fueron, y volv� a la cama.
Por si acaso me puse el pijama y volv� a dormirme.
Me pregunt� que habr�a querido decir Anita un minuto antes, pero pronto fui llevado de nuevo al pa�s de los sue�os.

Un par de horas m�s tarde volv� a despertarme sobresaltado.
Sent�a fr�o, lo que parec�a raro, puesto que llevaba el pijama.
El aire fr�o sin embargo me hizo sentir que en realidad ya no lo llevaba.
Estaba en porreta sobre la cama, y aparentemente cada uno de mis miembros estaba atado a la cama.
El coraz�n se me puso en la garganta.
De repente se encendi� la luz.
A un lado de mi cama estaba mi sargento Melisa y al otro la voluntaria Anita.
Ten�an un aspecto completamente diferente del que les hab�a visto antes.
Tanto Anita como Melisa estaban vestidas completamente de negro, deb�a ser l�tex.
La ropa que llevaban se ce��a extremadamente, de manera que pod�a ver los deliciosos formas de sus cuerpos.
Melisa, con su pelo corto ligeramente pelirrojo y sus magn�ficos ojos esmeralda me miraba con aspecto de estar salida.
Sus labios parec�an a�n m�s rojos de lo habitual.
El l�tex negro realzaba sus exquisitas copas tama�o C y sus pezones penetraban a trav�s del bello tejido.

Debido al tejido parec�a a�n m�s alta de su altura real de 1,90 m.
Anita, al otro lado de la cama, parec�a igual de seductora.
Su pelo corto casta�o brillaba como nunca antes, y sus grandes ojos marrones me miraban de manera engolosinada.
Sus labios apasionados parec�an suspirar por mi cuerpo joven.
La ropa que llevaba realzaba sus grandes copas tama�o D y sus grandes pezones estaban duros como rocas cuando presionaban el tejido negro.
"Bien", dijo Melisa mientras me miraba directamente a los ojos.
"Ahora ya te habr� quedado claro lo que vamos a hacer contigo, capullo."
"�O realmente cre�as que pod�as escondernos el hecho de que todav�a eres virgen?"
Me qued� clavado en el suelo mientras las miraba fijamente, �c�mo pod�an haberlo adivinado?
"Tu actitud insegura grita simplemente 'Nunca me han follado antes'" ri� de oreja a oreja Anita.
"Pero ya sabes lo que se dice: 'El ej�rcito te har� un hombre...'", empez� Melisa.
"Bueno, consideremos como tarea nuestra ocuparnos personalmente de eso ahora...", complet� Anita, mientras me miraba provocativamente.
"Lo hemos preparado todo muy bien, uno de tus compa�eros del cuarto se encarg� del barro de tus s�banas.", explic� Melisa.
"S�, pero �l piensa que solo te vamos a mantener aqu� el fin de semana, poco sabe de lo que vamos a hacer contigo", se ri� burlonamente Anita.
"Y como el fin de semana todo este bloque est� vac�o, estamos solos aqu�", se ri� Melisa.
"Duermes tan bien que no te enteraste que mientras te est�bamos atando", complet� la historia Anita.
Todo esto estaba resultando demasiado para m�, y como ya he dicho antes, por entonces estaba con el alma en un hilo de sexo.
"Yo no quiero esto...", intent�.
"Vamos a ver si nos aclaramos", dijo Melisa gravemente.
"Est�s solo aqu�, atado y no tienes a donde ir. Por decirlo brevemente, nosotras tenemos la supremac�a aqu�."
"No tienes ninguna posibilidad.", dijo Melisa severamente.
Me di cuenta de que ten�an raz�n, las cuerdas con las que estaba atado estaban suficientemente prietas como para impedir que me liberara.
No ten�a sentido gritar, porque no hab�a nadie m�s en el edificio.
Melisa se coloc� justo delante de m�, y se abri� lenta y provocadoramente el cierre de cremallera de su traje de l�tex.
Enseguida pude divisar sus bellos pechos, con un movimiento se apart� la ropa.
De esa forma ve�a derecho a aquellos magn�ficos mont�culos del amor, en los que destacaban los pezones redondos y completamente duros.
Me miro provocadora y se meti� un dedo en la boca.
Se chup� el dedo, humedeci�ndolo, y luego se acarici� suavemente el cuerpo con �l.
Se acarici� los pechos con el dedo h�medo, luego se los sob� y traz� peque�os c�rculos alrededor de los pezones.
Gimi� del placer que le proporcionaba esto.
Pude sentir como, a pesar de mis objeciones, mi pene empezaba a empinarse lentamente.
Mientras con una mano segu�a masaje�ndose el pecho y mimando el pez�n, la otra cada vez se descolgaba hasta que lleg� a sus pantalones de l�tex.
Se meti� la mano dentro de los pantalones y se frot� el co�o h�medo.
Gimi� de nuevo de goce.
Mi miembro se pon�a cada vez m�s duro.
Se quit� a continuaci�n los pantalones de l�tex y de nuevo result� que estaba completamente desnuda debajo.
Su escaso vello p�bico de color rojo claro reluc�a con el l�quido.
Claramente estaba ya muy h�meda.
Se acarici� el co�o usando dos dedos y con un tercero se restreg� de arriba abajo el cl�toris durante un rato, luego se separ� los labios rojos e hinchados de su co�o y se meti� el dedo dentro.
Movi� lentamente el dedo adentro y afuera, al cabo de un rato estaba todav�a m�s h�meda.
Ya hab�a jugado bastante ella sola, y vino hacia m�.
Me bes� a plena boca y sent� su lengua cachonda explorando mi garganta mientras sus manos se deslizaban por mi pecho hasta los pezones.
Me los acarici� suavemente utilizando las u�as y tir� un poco de ellos.
Luego empez� a mimarlos con la lengua lami�ndolos y chup�ndolos.
No pas� mucho tiempo antes de que se pusieran tan duros como los suyos.
Mientras Melisa segu�a explorando mi cuerpo Anita se cambi� de sitio coloc�ndose al lado de la cama.
Tambi�n me represent� un n�mero provocativo.
Se abri� la chaqueta de forma que de repente me vi cara a cara con su exquisito par de pechos.
Sus pezones marr�n claro eran grandes y sus puntas duras como gomas de borrar.
Me bes� con su boca sensual y su lengua emprendi� una �ntima lucha para apoderarse de la m�a.
Luego me acarici� la oreja con la lengua y me chup� con suavidad los l�bulos.
Mientras se quitaba sus ajustados pantalones empuj� sus pechos contra mi cara y me orden� que los mimara.
Obedec� como un buen soldado, puesto que ten�a las manos atadas solo pod�a usar la lengua.
Movi� los pechos de un lado a otro de manera que mi lengua pod�a mimarla en todas partes.
Apret� el pez�n hasta lleg� en mi boca y lo chup� y chupete� con suavidad.
Claramente disfrut� de mi boca inexperta.
Mientras tanto usaba su mano para sentir su raja.
Para entonces ya estaba empapada y sus dedos se deslizaron sobre el escaso vello p�bico que se hab�a dejado.
Con un dedo se pase� de un lado a otro sobre su cl�toris sonrosado, mientras otros dos dedos circundaban los labios de su co�o.
Presion� un �ltimo dedo abajo en su h�meda pero muy caliente cuevita.
Gimi� mientras su propio dedo se deslizaba en su interior.
Despu�s de moverlo de un lado a otro durante un rato se meti� otro dedo en el conejito.
Y mientras yo esperaba nervioso pero lleno de excitaci�n lo que ocurrir�a a continuaci�n, los labios exploradores de Melisa hab�an llegado a mi polla.
La sujetaba con las manos y utilizaba la lengua para lamerme los huevos con devoci�n.
Desliz� sus suaves manos sobre el dardo utilizando las u�as para proporcionar una tensi�n extra.
Una vez que alcanz� mi glande descubierto lo tom� firmemente dentro de su boca y la movi� arriba y abajo r�pidamente como si fuera un aut�ntico c�no.
Mientras tanto sus manos me friccionaban los huevos, y utilizaba las u�as para incrementar la excitaci�n.
Y mientras yo lam�a y chupaba los pechos de Anita, gem�a por esta sensaci�n que sent�a en mi polla por primera vez.
Cada vez jadeaba m�s, nunca antes hab�a tenido esta sensaci�n.
Estaba como iba a explotar.
Su boca bombe� arriba y abajo cada vez m�s fuertemente sobre mi pene duro y amplio.
Sent� que no pod�a contenerme m�s, mi pelvis empuj� hacia delante inconteniblemente y me corr� con un gemido muy alto.
Abri� un poco m�s la boca y se trag� toda mi semilla.
Luego me la lami� hasta dejarla completamente limpia.
Una vez ocurrido esto sus manos y su lengua empezaron a masar de nuevo de mi pene.
Como era todav�a muy joven f�cilmente se me puso otra vez duro.
"Esta vez aguantar�s m�s", dijo cachonda.
Se sent� justo delante de mi duro miembro y restreg� suavemente su delicioso conejito contra �l.
Esto consigui� ponerlo m�s tieso, y utiliz� sus manitos para utilizar mi poste como un consolador, mimando con �l sus labios.
Ahora gem�a y se empujaba a s� misma lentamente m�s profundo.
Su h�meda cuevita se frotaba provocadoramente contra mi polla dura.
Se descolg� un poco m�s de manera que su co�o se aferr� a mi polla y la desliz� suavemente.
Apoy� las manos en mi cuerpo para empujarse mejor.
Lentamente empez� a deslizarse dentro y fuera contra mi carne endurecida.
Anita encontr� que sus pechos ya hab�an obtenido suficiente y empuj� mi rostro con firmeza contra su conejito.
"�L�meme, capullo!", me orden�.
Mi lengua emprendi� ahora una expedici�n de exploraci�n por primera vez a los territorios que hasta ahora hab�an sido prohibidos para m�.
Apret� toda su pelvis firmemente contra mi cara, de modo que pude mimarla m�s a fondo.
Mi lengua lami� su monte p�bico, y luego hice largas movimientos sobre los hinchados labios de su co�o, lam� el cl�toris un instante y luego la enterr� profundamente en su conejito.
Ahora quer�a que balanceara la lengua en su co�o.
Mientras lo hac�a ella tambi�n se mov�a dentro y fuera de mi lengua.
El resultado fue que de hecho se estaba follando mi lengua.
Ten�a que mantener firme la lengua constantemente y profundizar en su cuevita.
Ahora empezaba a follarse a�n m�s mi lengua, mientras su mano tocaba su cl�toris.
Mientras tanto Melisa me estaba follando.
Hac�a movimientos giratorios con la pelvis, dando a�n m�s masajes a mi polla.
Se impulsaba hacia delante de manera que pod�a avanzar a�n m�s.
Se empuj� hacia delante para que pudiera joder a�n m�s fuerta.
Su co�o h�medo avanzaba y retroced�a cada vez m�s r�pido sobre mi duro troncho.
Gem�a mientras aumentaba su placer inclin�ndose hacia atr�s de vez en cuando.
Mientras tanto pellizcaba suavemente mis pezones.
Se pasaba la lengua por los labios para excitarse a�n m�s.
Ahora cabalgaba a�n m�s deprisa, de delante atr�s, de arriba abajo, mientras mi polla resultaba m�s sobada que nunca hasta entonces.
Anita tambi�n sent�a como su cl�max estaba cada vez m�s cercano y empezaba a cabalgar sobre mi lengua cada vez m�s firme.
Realmente cada vez ten�a que hacer mayores esfuerzos para lamerle los jugos en cada embestida porque estaba empapada.
Apret� con fuerza mi cara contra su raja, de forma que mi lengua se hundi� a�n m�s profundamente en sus secretos m�s profundos.
Mientras tanto su pelvis se mov�a con fuerza arriba y abajo sobre mi tiesa lengua.
Melisa sinti� que su orgasmo tambi�n se acercaba y empez� a moverse verdaderamente r�pido sobre mi vara dura.
De repente jade� buscando aire, y solt� unos grititos enrarecidos mientras su pelvis hac�a movimientos involuntarios.
Se corri� con un orgasmo maravilloso, mientras su chocho se tensaba a�n m�s alrededor de mi poste.
Toda esta excitaci�n dif�cilmente pod�a haber tenido otro efecto que hacer que me corriera.
De nuevo la incontenible sensaci�n se apoder� de m�, y chorre� mi esperma en la profundidad de su cuevita del amor.
Anita tambi�n estaba cerca del cl�max y se mov�a arriba y abajo sobre mi lengua cada vez a mayor velocidad.
De repente un estremecimiento recorri� su cuerpo y apret� a�n con mayor fuerza su raja contra mi cara.
Toda su pelvis sobresalt� y gimi� "Ooh, ooh, oooh, siiiiiii�."
Sigui� disfrutando del maravilloso orgasmo que le llenaba el abdomen durante un buen rato.
Las chicas siguieron disfrutando un rato del recuerdo del sexo delicioso del que hab�an gozado conmigo.
Luego Anita dijo: "No es justo que t� te lo has follado y yo no."
"S�, pero �l te ha dejado el co�o limpio a lametones y a m� no." respondi� Melisa.
"Cambiemos de nuevo de sitio, solo tiene 18 a�os, seguramente podr� una vez m�s."
Sin embargo mi polla yac�a fl�cida.
Melisa y Anita se dedicaron ahora enteramente a resucitar mi pit�n del placer.
Anita se sent� frente a m�, con una carita inocente, y me meti� su dedo en mi boca haciendo que lo chupara.
Mientras acariciaba mi pecho y frotaba suavemente sus u�as contra mis pezones.
A la vez Melisa utilizaba la lengua para trazar peque�os c�rculos alrededor de mi glande, luego lo tom� en su boca y lo chup� intensamente.
Simult�neamente me sobaba los huevos, mientras sus u�as se deslizaban arriba y abajo por el dardo de mi polla.
Anita me dio a continuaci�n un beso en la boca deliciosamente caliente, que hizo durar todo lo posible.
Toda esta estimulaci�n asegur� que mi joven caballero del amor se sintiera pronto preparado para otra batalla.
En cuanto Melisa sinti� que estaba listo para una postura final se lo indic� a Anita.
Las dos mujeres intercambiaron sus posiciones.
Melisa restreg� su co�o de pelo ligeramente rojizo contra mi cara, mientras Anita hac�a lo propio con su monte contra mi p�jaro dispuesto una vez m�s.
Y mientras empezaba a lamer a Melisa, Anita empujaba su h�medo co�o encima de mi v�stago caliente.
Con la lengua describ� peque�os c�rculos alrededor de su cl�toris, los labios rojos ardientes de su co�o y luego se la di un chapuz�n profundo dentro de su chocho.
Durante un instante se qued� sin aliento, y luego apret� firmemente mi cara contra su conejito, haciendo que mi lengua penetrara tan hondo como fuera posible en su peque�o y caliente horno.
Mov� la lengua a uno y otro lado mientras intentaba lamer sus deliciosos jugos.
Mientras tanto Anita montaba fieramente mi duro palo, claramente le gustaba hacerlo algo m�s salvaje que Melisa.
Atacaba de un lado a otro con empellones breves y poderosos.
Gem�a del placer que mi dura vara le proporcionaba.
Por su parte Melisa segu�a foll�ndose mi lengua, que de nuevo manten�a r�gida, cada vez m�s r�pidamente arriba y abajo.
Met�a la lengua todo lo profundamente que pod�a mientras ella gem�a suavemente con aprobaci�n: "Oh s�, s�, as�, m�s dentro, s�, oooh".
Mi lengua excavaba cada vez m�s dentro mientras ella empezaba a moverse hacia arriba y abajo cada vez m�s.
Se estaba follando mi lengua en abundancia, mientras Anita moldeaba mi dardo cada vez con m�s fuerza con su raja.
Lo hac�a cada vez m�s r�pido mientras se relam�a los labios con la lengua.
Las dos estaban ahora muy cerca del orgasmo y yo no podr�a aguantar ya mucho m�s.
Melisa empuj� mi lengua a�n m�s dentro de su co�o, mientras su pelvis se mov�a a�n m�s arriba y abajo.
Mientras el co�o de Anita hac�a r�pidos movimientos en la punta de mi palanca de control.
De pronto lleg� el momento: Melisa ya no pudo aguantar m�s y con un par de movimientos tremendos se agit� con fuerza de atr�s adelante mientras sent�a surgir un magn�fico orgasmo.
Anita sigui� solo un momento pero tambi�n tuvo que rendirse al impulso irresistible.
Su pelvis dio algunos cortos empujones m�s, luego tembl� con unos movimientos convulsivos solamente causados por el intenso placer.
Yo todav�a no me hab�a corrido pero las chicas iban a hacer algo al respecto.
Anita se tumb� junto a mis piernas y tom� mi gran polla con las dos manos.
Empez� a masturbarme r�pidamente.
A la vez Melisa me daba un c�lido beso en la boca y sus manos se deslizaban por mi pecho estimulando mis pezones.
Anita aument� el ritmo haciendo multitud de movimientos imprevisibles.
Sent� que estaba a punto de correrme.
Mientras compart�a un cachondo beso a tornillo con Melisa de repente me corr� inconteniblemente.
Esta vez fue Anita la que lami� mi semilla hasta la �ltima gota.
Despu�s de que hubieran descansado un rato salieron de la habitaci�n mientras yo segu�a all� tumbado, atado todav�a.
Escuch� el sonido de las duchas m�s adelante en el pasilloo.
Tampoco me vendr�a mal una ducha porque todo mi cuerpo peg� del sudor, tanto del m�o como del de las dos chicas.
Tir� de las cuerdas pero no pude soltarme.
Luego o� que se acercaban pasos otra vez, las chicas hab�an terminado de ducharse.
Esper� ansioso lo que fuera a ocurrir.

Anita y Melisa entraron de nuevo en la habitaci�n, esta vez eran vestidas con ropa civil, y llevaban con ellas sus mochilas.
Obviamente estaban preparadas para iniciar el fin de semana, aunque un poco m�s tarde de lo acostumbrado.
"Bien, tengo que decir que no eres en absoluto un mal polvo, para ser un capullo, quiero decir.", dijo Anita.
"Pero todav�a tenemos que concertarnos de algunas cosas.", sigui� Melisa.
"Ante todo, este ha sido solo nuestro primer jueguecito, y todav�a vas a estar aqu� 8 meses m�s, as� que ciertamente te vendremos a buscar alguna vez.", habl� Anita.
"Y no olvides esto: no tienes elecci�n, eres nuestro, y si piensas que alguien te creer� si cuentas tu historia te vas a llevar una sorpresa", dijo Melisa con voz llena de determinaci�n.
"Si te pones en plan duro con nosotras, nos pondremos muy duras contigo.", sigui� Anita.
"�Qu� te parec�a limpiar los servicios todos los d�as?", concluy�.

"Vale, eres nuestro y para que lo recuerdes cada d�a te daremos alguna marca identificadora.", se ri� burlonamente Melisa.
Melisa tom� una lata grande con espuma de afeitar y me la ense��, mientras Anita sacaba a la superficie una navaja de afeitar.
Tragu� saliva.
"S�, aqu� en el ej�rcito no nos gusta el pelo largo.", se ri� entre dientes Melisa.
Las chicas se pusieron a trabajar diligentemente.
Primero me aplicaron la espuma, luego me afeitaron con la navaja.
Yo estaba inmovilizado, temeroso de que cualquier movimiento hiciera que se resbalaran.
Al poco hab�an terminado y vi como me hab�an afeitado toda la zona p�bica, incluido mi pene y mis huevos.
Melisa acarici� mi pene con los dedos un momento, de forma que pudo sentir todo lo suave que estaba.
"Ya est�, hemos terminado", dijo satisfecha.
Pero no me desataron, en su lugar aflojaron un poco las cuerdas.
Antes de que pudiera darme cuenta se hab�an ido.
Segu� tirando de las cuerdas durante al menos otra media hora antes de que pudiera desatarlas.
Y as� fue como pude salir para casa tan s�lo el s�bado al mediod�a.
He tenido que hacer muchos faenas despu�s.
Cr�eme, no olvidar� f�cilmente mi servicio militar.

 
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