La compa�era de trabajo est� caliente


El autoestopista


Mujeres en el poder


La jefa dominante


El ej�rcito te har� un hombre


El poder del uniforme


Las ladronas salidas


Men� principal

Esta historia contiene muchas situaciones que a menudo se consideran tab�.
Estos elementos incluyen: sadomaso, ataduras, sexo forzado y varios otros.
No pretende ser una justificaci�n del sexo forzado (violaci�n) de ninguno de
los modos en que pueda aparecer.
La violaci�n es un delito y en ninguna circunstancia puede tolerarse.
Sin embargo esto no impide que muchos hombres y mujeres tengan las llamadas "fantas�as de violaci�n".
Las "fantas�as de violaci�n" no significan el deseo de violar a alguien sino el deseo de ser forzado a tener trato sexual con alguien con quien, en todo caso, te gustar�a ir a la cama.

El autoestopista
(traducido del ingl�s al espa�ol por GGG, con mis modificaciones)

Era un d�a de mitad de Julio y la temperatura exterior deb�a ser lo menos de 32 grados.

Diana estaba sentada al volante de un VW Passat rojo.
Era una mujer sola, de 42 a�os, aunque parecer�a al menos cinco a�os m�s joven a cualquier persona que la viera.
Ten�a el pelo negro azabache, largo hasta por encima de los hombros.
Sus ojos verde oscuros parec�an capaces de encantar a cualquier hombre, haci�ndole rendirse inmediatamente a sus encantos femeninos.
Adem�s med�a unos 1,78 m, lo que, junto con su delicioso par de piernas, reforzaba la impresi�n general de una magn�fica figura.
Llevaba una blusa blanca, y se hab�a soltado el bot�n superior, ofreciendo una espl�ndida vista a sus pechos grandes y firmes.
Sus piernas esbeltas se acentuaban a�n m�s por la min�scula falda que llevaba.
Junto a Diana estaba sentada Silvia, su hija de 21 a�os.
A diferencia de Diana, Silvia ten�a el pelo rubio claro, largo y con rizos naturales.
Los ojos azules claros y la nariz delicada le daban una apariencia enga�osamente inocente pero extremadamente atractiva.
Era un poco m�s peque�a que su madre, pero era al menos tan esbelta como ella.
La fina camiseta que llevaba apenas ocultaba sus pechos firmes y grandes.
Como su madre, no tendr�a ning�n problema para seducir a los hombres, y a menudo se la quedar�an mirando por la calle.

Como Silvia se llevaba tan bien con su madre, y puesto que las dos ten�an un par de semanas de vacaciones a su disposici�n, hab�an decidido hacer juntas un viaje a Francia.
Dado que viv�an en Holanda, este pa�s ten�a la ventaja de que no estaba muy lejos, de modo que pod�an hacer todo el viaje en coche.
Llevaban una tienda para su alojamiento, con lo que resultar�an adem�s unas vacaciones baratas.

"Espero que el tiempo sea tan maravilloso all� como lo est� siendo aqu�.", dijo Silvia.
"S�, porque sino tambi�n nos pod�amos haber quedado en casa", respald� Diana.
"Oye Silvia, �est�s tan acalorada como yo?" quiso saber Diana.
"S�, hace un calor tremendo, incluso con el aire acondicionado en marcha resulta excesivo", admiti� Silvia.

Sin embargo no era eso a lo que se refer�a Diana.
Bajo la influencia del sol se sent�a cada vez m�s caliente.
Notaba como entre las piernas, su co�o ligeramente peludo empezaba a humedecerse.
Cuanto m�s conduc�a sent�a que ese sitio se le pon�a cada vez m�s h�medo.
Disfrutaba bastante de esta sensaci�n de estar cachonda, y sent�a tanto m�s el ansia del deseo cuanto que hab�a decidido no llevar bragas con este tiempo tan c�lido.
Y pese a que disfrutaba con la sensaci�n tambi�n estaba rabiando por satisfacer sus pasiones.

"No, no me refer�a a eso, realmente me apetece...", dijo y se detuvo un momento, luego mir� a Silvia maliciosamente.
"�Mam�!", exclam� Silvia, "�no puedes hablar en serio! �Es que est�s cachonda?"
"S�", admiti� Diana, mientras se sonrojaba.
"Sigues sorprendi�ndome, mam�.", continu�.
"Pero tambi�n tengo que admitir que estoy m�s salida que una perra en celo. Si tuviera un hombre guapo a mano �le iba hacer pasar un mal rato!"
Ambas t�as estallaron en carcajadas.

Conduc�an por una carretera importante, todav�a en su propio pa�s, cuando de repente a lo lejos notaron a un hombre que sujetaba una se�al en la que se le�a 'Par�s'.
"�Anda! un autoestopista", observ� Diana.
"�Por qu� no lo recogemos?", sugiri� Silvia.
"Humm, si lo haces nunca sabes quien est�s metiendo en tu coche.", protest� Diana.

Sin embargo una vez que estuvieron muy cerca par� en el borde de la carretera.
"Cre�a que no ibas a parar", pregunt� Silvia.
"�Le has echado bien el ojo?", dijo Diana.
Y eso hizo:
El joven deb�a tener unos 22 a�os, y ten�a aspecto de un actor de cine.
Ten�a el pelo casta�o claro, ojos marr�n oscuro y una barba corta que le hac�a a�n m�s atractivo.
Aparte de unos vaqueros azul claro, llevaba una camiseta blanca con la conocida leyenda "No hay tiempo que perder".
A trav�s de la camiseta Diana pudo tener claras vistas a su torso bien formado.
"No perder�a nada de tiempo con �l.", pens� para s� misma con codicia.
Inconscientemente se relami� los labios.

El joven se acerc� al lado del conductor.
Diana puls� el bot�n para de modo que baj� la ventanilla.
Mir� directamente el guapo rostro del joven desconocido, y durante un breve instante su coraz�n lati� un poco m�s deprisa.
"�De modo que tambi�n necesitas ir a Francia?", pregunt�.
"Ehm, s�, �podr�a ir con vosotras?", pidi�.
"Desde luego que s�, inluso puedes sentarte a mi lado, Silvia se sentar� atr�s," replic� con una amplia sonrisa
.
�l se dirigi� al otro lado del coche.
Silvia sali� del coche y se sent� en la parte trasera, cerca de ella estaban las herramientas necesarias para montar la tienda: la lona y las cuerdas.
Una vez todos en el coche arrancaron de nuevo y se presentaron mutuamente.
"Bueno, me llamo Diana, y esta es mi hija Silvia", empez� Diana.
"Vamos de excursi�n a Francia, as� que puedes venir con nosotras a Par�s.", sigui� Silvia.
"Me viene de perlas, me llamo Paulo y estudio arqueolog�a", dijo.
"Tengo que ejecutar una tarea en el extranjero para mis pr�cticas, pero todav�a no tengo mi propio coche.", a�adi�.
"Me parec�a m�s agradable hacer autoestop que sentarse en uno de esos rancios compartimientos de tren.", sigui�.
"S�, pero �es realmente seguro hacer el autoestop ?" pregunt� Silvia.
"S�, eso puede ser un problema para las mujeres, pero un t�o como yo no debe tener miedo a nada", fanfarrone�.
Diana ech� una r�pida mirada a Silvia, que tambi�n estaba sonriendo.

Cuando la conversaci�n se hizo un poco m�s informal, Silvia le pregunt� si ten�a novia.
Les dijo que en efecto ten�a novia, una muchacha muy guapa que se llamaba Anita.
Ten�a 19 a�os y seg�n su descripci�n deb�a parecer una modelo.
Mientras la describi�, tanto la madre como la hija sintieron una cierta envidia que brot� ante la idea de lo afortunada que era la bella Anita por meterse regularmente entre las s�banas con este tipazo.
Diana pens� que era uno de los hombres m�s guapos que se hab�a encontrado jam�s, as� que estaba decidida a foll�rselo, para lo cual no desde�ar�a la idea de un tr�o con su hija.

Cuando llevaban casi media hora, Paulo les pidi� que pararan un momento, para que pudiera hacer pip�.
"Desde luego, no hay problema.", dijo r�pidamente Diana.
Le gust� esto porque, aunque pod�a evaluar su apariencia bastante bien a trav�s de la ropa fina que llevaba, hab�a un aspecto que siempre le parec�a dif�cil de valorar.

Cuando pararon en el borde de la carretera, cerca de un peque�o camino forestal, �l sali� del coche para poder hacer pis un poco m�s lejos para que no sea molestado.
En cuanto desapareci� de la vista Diana abri� r�pidamente la portezuela y se desliz� entre los arbustos para acecharle.
Sin ser notada lo espi�, y le vio bajarse los vaqueros azules.
Satisfecho acech� su polla, que estim� en al menos 12 cm de largo y al menos 5 cm de ancho.
Se pon�a tan caliente como el infierno, y le result� dif�cil no seducirle all�
mismo.
Mientras �l segu�a orinando, se apresur� al coche, asegur�ndose que segu�a sin ser vista.

"�Y?", fue lo primero que dijo Silvia.
Hizo un gesto que describ�a la longitud de su polla con tanta precisi�n como pod�a.
"Uou", dijo Silvia admirada.
"Y m�s o menos este grosor", sigui� Diana.
"Espl�ndido", exclam� Silvia.

Entretanto Paulo hab�a vuelto al coche y se mont� de nuevo.
"Bien, entonces �podemos seguir?", pregunt� Diana.
"Pues s�", contest� Paulo.
Ella arranc� el motor y se pusieron en marcha otra vez.
Esta vez Diana escogi� la autopista.
A pesar del tiempo c�lido estaba muy tranquila, de modo que pod�a ir sin problemas a 140 Km/h.
Conoc�a esta parte de la autopista y sab�a que hab�a pocos controles, por tanto no corr�a riesgo de encontrarse con una multa.
Mientras tanto Paulo hab�a sacado un bol�grafo de su mochila y se hab�a puesto a trabajar con �l.
Desde luego les estaba a disgusto, puesto que pretend�an que les dedicara su tenci�n, para poder seducirle.
"�Me puedes prestar un momento el bol�grafo?" pregunt� Silvia desde la parte de atr�s del coche.
"S�, claro" dijo �l.
Ella recogi� el bol�grafo y �l volvi� a guardar el cuaderno.

Un poco despu�s Diana empez� a resoplar.
"� T� tambi�n tienes calor?" le pregunt�.
"S�, hace un calor considerable en el coche", replic�.
Ella se hab�a desabrochado algunos botones m�s de la blusa, de forma que ahora pod�a ver directamente sus pechos grandes y firmes.
Mientras, los rosados pezones de Silvia apuntaban hacia delante y parec�an peque�as gomas de borrar.
Vio satisfecha como �l tragaba saliva un instante y enrojec�a.
�l intent� ignorarlo y se puso a mirar por la ventanilla, pero al mismo tiempo ella pod�a ver que se hab�a formado un gran bulto en sus pantalones.

Mientras �l miraba un momento para otro lado ella tir� un poco hacia arriba de su falda muy corta, haciendo visible algo del vello oscuro de su h�medo monte de Venus.
Cuando �l lo vio se qued� un instante sin aliento.
Se dio la vuelta esperando que Silvia no estuviera jugando a juegos tan extra�os y tambi�n para apartar la mirada del seductor cuerpo de Diana.
Pero mientras la madre hab�a estado ocupada en intentar seducirle, Silvia se hab�a quitado r�pidamente las bragas.
La mir� incr�dulo.
Todav�a llevaba la falda pero se hab�a bajado las bragas hasta los zapatos, y estaba empujando su bol�grafo de un lado a otro dentro de su h�medo co�o.
Su lengua humedec�a cachonda sus labios, mientras mov�a de un lado a otro el bol�grafo.
"Uff, uff", gem�a.
La vista de todas estas cosas hizo que el bulto de sus pantalones creciera a�n m�s.
Diana aprovech� la oportunidad y empez� a acarici�rselo con la mano.
"Entonces, querido muchacho, no creer�as realmente que dejar�amos que un t�o guapo como t� viajara con nosotras a Par�s gratis.", dijo Diana, mientras apretaba con firmeza su polla a trav�s de los vaqueros.

"�D�jame en paz!", dijo enfadado mientras le retiraba la mano.
Segu�an yendo a 140 Km/h por la autopista.
Mientras intentaba mantener a distancia las manos ansiosas de Diana, Silvia tir� de la palanca del asiento de manera que se vio tumbado de espaldas.
Como a�n llevaba el cintur�n de seguridad, no pudo levantarse inmediatamente y Diana aprovech� la ventaja del efecto sorpresa para meter la mano en su pantal�n, agarrarle con firmeza la polla y empezar a pel�rsela.
Entretanto Silvia le hab�a metido la mano en la camiseta y empezaba a acariciarle los pezones.
Ahora estaba apoyada completamente encima de �l.
Estaba completamente loco y daba golpes a diestro y siniestro.
Diana le dej� para que el coche no se saliera de la autopista.
Silvia se retir� para impedir que recibiera un golpe.
"�Cuidado!", le grit� Diana a Paulo.

Se hab�a liberado y hab�a vuelto a poner recto el asiento.
Las dos chicas estaban de nuevo tranquilas.
"�Qu� pasa?", pregunt� Diana ofendida.
"�No somos lo bastante tentadoras?", quiso saber.
"Escuchad, creo que sois tremendamente guapas, pero simplemente no quiero serle infiel a mi Anita", dijo, mientras se volv�a a abrochar los pantalones.
Las dos chicas ahora se sint�an muy decepcionadas, pero por lo dem�s le dejaron en paz.
"Dejadme en el pr�ximo aparcamiento, ya encontrar� a otra persona con quien seguir," sigui� �l.
Diana le lanz� una mirada decepcionada a su hija, pero ella le respondi� con un gui�o.
Cuando llegaron a un aparcamiento con muchos arbustos un cuarto de hora m�s tarde, Diana detuvo el coche.
Justo cuando Paulo estaba a punto de salir Silvia vio la oportunidad.
Con un �nico movimiento le ech� encima la lona, sujet�ndolo firmemente a continuaci�n.

"Ay�dame, mam�" le pidi� a Diana.
La ayud� en efecto, y las dos sujetaron la lona firmemente sobre �l.
Como no pod�a ver nada, empez� a dar golpes a diestro y siniestro.
Adem�s intent� gritar, pero la lona amortiguaba sus gritos.
Con algunas dificultades le empujaron contra el tablero de instrumentos del coche y, utilizando las cuerdas sueltas, le ataron las manos a la espalda.
El aparcamiento estaba desierto, y todo el acontecimiento solamente hab�a durado un par de minutos.
Le pusieron en la parte de atr�s, y Silvia otra vez se sent� adelante.
Sigui� pataleando en la parte de atr�s, pero no pudo liberarse, los nudos estaban demasiado tensos para eso.
Condujeron durante horas sin parar mientras Silvia le vigilaba.
Luego pararon al borde de la carretera durante un rato.
Diana cu sopl� algo en la oreja a Silvia.
Sacaron una lata de Cola del maletero, la llevaron dentro y Diana le dio unos cuantos tragos.
Luego le toc� a Silvia de calmar la sed.
Cuando Paulo oy� el sonido de la lata sinti� sed inmediatamente y gimi� algo a trav�s de la lona.
Esto era exactamente lo que hab�a contado Diana, y primero a�adi� un par de pastillas a la lata medio vac�a, luego la agit� un poco para mezclar bien el todo.
"�Tambi�n t� tienes sed?", le dijo maliciosa.
Paulo murmur� algo a trav�s de la lona.
Silvia recort� un trozo de tela de la lona, a la altura de sus labios.
R�pidamente verti� la bebida poco a poco en su boca.
Cuando la lata estuvo vac�a cort� otro trozo de tela y la utiliz� como mordaza, para que no pudiera gritar.
Satisfecha se sent� al lado de Diana.
Unos veinte minutos despu�s lleg� el momento : las pastillas para dormir hicieron su trabajo y Paulo estaba ahora en el pa�s de los sue�os.
"Menos mal que llevaras las pastillas para dormir encima, mam�," Silvia se ri� entre dientes.
"S�, ya sabes que a veces tengo dificultades para dormir cuando estoy de viaje", asenti� Diana.
"Ahora todo lo que necesitamos es encontrar un sitio tranquilo entonces podemos echar un buen polvo", dijo Diana.
"S�, ya es hora.", ri� Silvia.

Otra vez conduc�an por peque�as carreteras rurales.
"Para el coche por all�", dijo Silvia, se�alando un cobertizo en el borde de la carretera.
El cobertizo estaba aislado del resto del pueblecito, y parec�a estar completamente desierto.
Se detuvieron, luego Silvia sali� de exploraci�n por un momento.
Se acerc� de vuelta al coche muy excitada.
"No hay ni un alma, y hay heno fresco y suave en el cobertizo."
Echaron otro vistazo alrededor para cerciorarse de que no hab�a nadie por all�.
Luego sacaron a Paulo, que todav�a estaba envuelto en la lona, del coche.
Como segu�a dormido arrastrarle hasta el cobertizo fue una faena pesada, pero se las apa�aron admirablemente bien.
Una vez all� le despojaron de la lona y le quitaron toda la ropa.
Con las cuerdas de la lona sujetaron de nuevo las manos a la espalda, y le ataron juntas las piernas.
En su boca una vez m�s metieron la mordaza que antes hab�an utilizado.
Ahora era cuesti�n de paciencia, es que iban a tener que esperar un rato para que Paulo se despertara.
Esto ocurr�a media hora m�s tarde.
Parpade� y despu�s abri� los ojos.
Las mir� sorprendido.
Quer�a gritar pero la mordaza ahogaba su voz.
Not� con inquietud que estaba atado y que las dos mujeres que le hab�an raptado estaban delante de �l.

"Bueno, �qui�n era el que dec�a que solo las mujeres corr�an riesgos cuando hac�an autoestop?" Diana sonri� de oreja a oreja.
"Y ahora est�s completamente en nuestro poder" dijo Diana mientras se pon�a delante.
Llevo la mano a su pene y lo agarr� con firmeza.
Utiliz� la otra mano para acariciarle los huevos.
Empez� a acariciarle provocadoramente.
Al poco rato se le levant� y se le puso dura como una roca.
"Pero, �entonces qu� es esto?" sonri� con malicia Diana.
"Pensaba que no quer�as follar.", sigui�.
"Pero veo que tu polla cuenta una historia diferente."
Mientras le dec�a, le sobaba el glande con la mano.
A pesar de la mordaza pod�a o�rle gemir claramente.

Se puso delante de �l y empez� a ejecutar una peque�a danza seductora.
Mientras lo hac�a le toc� a Silvia para ponerse ciego a su cuerpo.
Le bes� y le lami� en el cuello, luego visit� el l�bulo de su oreja con la lengua.
Cuando lo alcanz� lo lami� y chupete� intensamente mientras las manos empezaban a ir en busca de sus pezones.
Tir� de ellos levemente, haciendo que se pusieran tiesos.
�l gimi�, esta vez no hab�a escapatoria de sus maniobras de tentaci�n.
Diana bailaba ante �l.
Diana, con su exquisito pelo azabache y sus grandes ojos verdes.
Se desabroch� provocativamente bot�n tras bot�n de su blusa blanca,
facilit�ndole una vista cada vez mejor de sus pechos plenos y bonitos.
Finalmente pudo verlos por entero, ella se chup� los dedos tentadoramente, y empez� a acariciarse sus rosados pezones utilizando su mano h�meda.
Se los retorci� y se pusieron otra vez completamente duros.
Y mientras Silvia le lam�a y chupaba los pezones a �l, ella frot� sus pechos cachondos sobre su cara.

Entretanto Silvia empez� a masajearle de nuevo la polla.
Diana otra vez se ech� un paso atr�s y tir� un poco de la falda hacia arriba.
Luego se la volvi� a bajar un poco.
As� sigui� enbrom�ndole, hasta que finalmente tir� la falda y pudo ver su magnifico co�o ligeramente peludo.
Se coloc� directamente encima de su cara y se sent� sobre ella.
Apret� fuertamente su cara contra su co�o empapado, que restreg� de adelante atr�s sobre ella.
Le quit� la mordaza de la boca y apret� su pelvis con fuerza contra ella.

"�Ahora c�meme realmente bien!", le orden�.
Puesto que estaba por completo en poder de ellas, obedeci� y la hizo disfrutar de la sensaci�n de su lengua caliente provoc�ndole escalofr�os de puro placer.
Gimi� mientras empezaba a balancearse de atr�s adelante, manteni�ndole sujeto por el pelo.

Silvia participo con entusiasmo y se coloc� directamente encima de su pito.
Restreg� sus h�medos labios contra su r�gido palo y disfrut� de la sensaci�n del cepillado, sin dejarle que entrara todav�a.
Se estaba poniendo cada vez m�s caliente y ya no pod�a contenerse m�s, quer�a tenerlo dentro ya.
Con un movimiento �gil se meti� el poste en su co�o h�medo y rapado.
Empez� a foll�rselo suavemente.
Arriba y abajo iba, a su propio ritmo.
A medida que se iba poniendo m�s caliente aument� el ritmo.
No solo se mov�a arriba y abajo,sino tambi�n mov�a la pelvis atr�s y adelante, a la vez que usaba un dedo para estimular a�n m�s su cl�toris.

Diana se mov�a tambi�n cada vez m�s r�pidamente, y el indefenso Paulo ten�a que esforzarse a m�s no poder para lamer los muchos jugos que produc�a.
Se mov�a atr�s y adelante sobre su lengua, y cada vez que le parec�a que �l estaba haciendo algo de forma incorrecta le tiraba del pelo y le apretaba cada vez m�s s�lidamente contra su co�o palpitante.
Segu�a moviendo a�n m�s r�pidamente y sinti� que estaba a punto de alcanzar el cl�max.

Silvia segu�a jodi�ndose arriba y abajo la polla tiesa de Paulo, cada vez m�s deprisa.
Los jugos de su raja, junto con su fluido seminal procuraban que su co�o hiciera ruido de chapoteo con cada uno de sus movimientos.
Sinti� que casi estaba a punto de correrse.
Cerr� los ojos por el intenso placer, mientras se recost�.
No reduzo la velocidad y su co�o sigui� orde�ando su polla tiesa sin interrupci�n.
Sus manos hab�an encontrado sus propios pezones erectos, y tir� de ellos con suavidad.
Entonces sinti� que su co�o se tensaba y luego se relajaba de nuevo, etc�tera.
Se corri� a sacuditas, y solt� un alarido prolongado.

Tanta estimulaci�n tambi�n fue demasiado por Paulo y solt� un chorro tras otro de la substancia hasta muy profundo en su chocho.

Jadeadando le desmont�.
Diana todav�a no se hab�a corrido, pero no tardar�a mucho tampoco.
Segu�a acelerando y restregando su raja cada vez m�s intenso sobre la h�meda cara de Paulo.
�l meti� a fondo la lengua en su vagina y la movi� de arriba abajo con rapidez.
De repente lleg� el momento.
Ella le tir� del pelo fuertamente una vez m�s, de modo que su lengua profundizara todo lo posible en su co�o, y luego se agit� con violencia contra �l.
"Aaaarg", solt�, mientras toda su pelvis se agitaba contra su rostro.
Acababa de correrse, pero ya quer�a pasar a la parte siguiente.
"Ahora quiero tu gruesa y dura polla en mi co�ito.", dijo en calentura.

Pero la polla de Paulo se hab�a relajado despu�s del orgasmo y hab�a vuelto a su tama�o normal.
Silvia y Diana juntos empezaron a ocuparse de su instrumento.
Primero Silvia le acarici� los huevos, mientras empezaba a mimar y chup�rselos.
Entretanto Diana le acariciaba la polla embrom�ndole con sus u�as, y tirando de ella hacia atr�s y hacia delante.
Diana se meti� lo m�s profundo posible su polla en la boca, y movi� la cabeza arriba y abajo, mientras Silvia le acariciaba y chupaba los huevos.
Silvia tom� el relevo y le lami� y chup� tan bien como su madre.
Pronto su pito estuvo de nuevo completamente tieso.
Diana estim� que deb�a tener al menos 16 cm de largo y 8 cm a lo ancho.

Lo tom� en su mano satisfecha.
"Tu polla est� ahora lista para mi raja.", dijo.
Se sent� encima delante de �l d�ndole la espalda.
Suavemente fue bajando pero todav�a no se la puso en la vagina.
En su lugar se sent� con las piernas alrededor de su miembro, de manera que su glande acariciara los labios de su co�o.
De esta forma le abrazaba la polla, y la acariciaba atr�s y adelante contra su vagina.
Sigui� as� durante un rato, chance�ndole y masturb�ndose al mismo tiempo.

Silvia se puso delante de manera que �l pudiera examinarla tambi�n.
Nadie podr�a haber imaginado que esta cara joven e inocente fuera capaz de hacer tantas cosas.
Se humedeci� el dedo y se acarici� los pechos.
Se los molde� y traz� peque�os c�rculos alrededor de sus tiesos pezones.
Luego se meti� el dedo en su raja, y se coloc� directamente encima de su cara.
Le mostr� el co�o de todas partes.
Apart� suavemente los labios del co�o.

La sensaci�n del poder que ten�a sobre �l era nueva para ella, y actuaba como una potente droga.
Nunca antes se hab�a sentido tan bien.
Ahora que �l hab�a podido ver lo que recibir�a se sent� encima de su cara.
"�C�meme el co�o!", le ladr�.
Obedeci� pero ella le agarr� del cabello.
"No lo est�s haciendo bien. Quiero que primero me lamas los labios del co�o,pero no demasiado fuertamente."
Tir�ndole del pelo le gui� hasta sus labios.
"Siii�, asiiii�," dijo satisfecha.
"Ahora l�meme el cl�toris".
Esta vez no tuvo que hacer uso de su pelo.
"Ahora tienes que empujar a fondo la lengua en mi interior."
Obedeci� y ella goz� de las profundas empujones que daba.
Luego le dej� hacer y alternativamente le lam�a los labios y luego chupaba y lam�a su cl�toris.
Luego le meti� cada vez m�s a fondo la lengua en el co�o.
Ella tambi�n aument� el ritmo, y se mov�a de un lado a otro sobre su cara.
Al mismo tiempo Diana le hab�a agarrado la polla y se la hab�a metido a fondo en la raja.
Se mov�a lentamente arriba y abajo sobre �l, mientras le sent�a en sus profundidades.
Iba cada vez m�s deprisa, y una de las veces dio un buen golpe con la pelvis, de modo que a�n m�s modelara su polla.
De vez en cuando ella empujaba hacia adelante, de manera que �l pudiera llegar m�s hondo dentro de ella.
"Ooooh siii�", grit�, disfrutando de su v�ctima.
Sus caderas se mov�an arriba y abajo, cada vez m�s deprisa.
Sinti� que se acercaba otro cl�max.
Su caja hac�a ahora ruidos de chapoteo por los muchos jugos de deleite que produc�a.

Mientras tanto Silvia se follaba su lengua con vehemencia.
Gem�a porque sint�a que no pasar�a mucho tiempo antes de que alcanzara el segundo cl�max.
Paulo la lam�a y chupaba y utilizaba la lengua para penetrar a fondo en su lugar del placer, y ella se balanceaba cada vez m�s aprisa.
Luego se corri� por segunda vez.
Nunca hab�a sentido tanto goce y su orgasmo fue tan intenso que le solt� un gran chorro en la cara.
Grit� de agrado.

Mientras Diana tambi�n se acercaba a su segundo orgasmo.
Se lo estaba moviendo de un lado a otro cada vez m�s r�pido, su co�o orde�aba sin descansio su palo duro.
Y lleg� el momento.
Su pelvis se movi� con espasmos mientras se corr�a con fuerza.
Sigui� cabalg�ndole hasta el �ltimo momento pero �l no se corri�, aunque estaba muy cerca.
Ella sinti� que su cuerpo se estremec�a de alegr�a.
Despu�s de correrse se qued� en pie junto a �l.

Ahora las dos mujeres se turnaron en hacerle una paja a su tiesa polla.
Mientras le orde�aban le miraban con mirada pretendidamente inocente.
De repente lleg� el momento y su l�quido blanco sali� a chorro en gruesos grumos de su glande rojo sangre.
Gimi�.
"Bueno, ya casi hemos terminado.", dijo Diana satisfecha.

Silvia retrocedi� un paso y se sent� sobre su pel�n durante un momento.
Diana les sac� un par de fotos.
"Solo las quiero en caso de que pensaras tomar alguna acci�n en contra nuestra.", dijo Silvia.
"S�, en ese caso tu novia recibir� estas fotos.", dijo Diana severamente.
"No querr�s que eso ocurra �verdad?", dijo Silvia.
"No se puede ver en estas fotos que estuvieras atado.", dijo Diana.
"As� que ella pensar� que le has puesto los cuernos.", sigui�.

Entretanto Silvia hab�a registrado su cartera.
"Ah, aqu� est� ella.", dijo mientras agitaba la foto de la bella Anita delante de sus ojos.
"Y este es su tel�fono," dijo triunfante.
"Tendr�a mucho cuidado de asegurarme de que esto quede entre nosotros", amenaz� Diana.

Silvia afloj� las cuerdas un poco.
"Con un poco de esfuerzo te libertar�s en un cuarto de hora," dijo Silvia.
"Hasta la proxima vez, eh.", continu�.
"Oh, y una cosa m�s: follas muy bien.", concluy� Diana.

"Adi�s," dijeron las dos.
Y se marcharon.
Pas� al menos media hora antes de que Paulo estuviera libre.
Luego se puso la ropa y empez� a buscar alguien que le llevara.
Pens� para s� mismo que ser�a mejor no decir ni una palabra al respecto a nadie.
 
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