Hemos considerado inútil explicar las palabras: raja, coño, pipa, capullo,
picha, rabo, cola, polla, joder, leche, empalmarse, menearse, chupar, lamer,
bombear, follar, empinarse, enfilar, encoñar, encular, correrse, consolador,
tortillera, vagina, sesenta y nueve, chocho, chochito, puta, burdel. Estos
términos son familiares a todas las jovencitas.
EN LA HABITACIÓN
I
Si le sorprenden completamente desnuda, ponga púdicamente una mano sobre su
rostro y la otra sobre su coño; pero nunca haga burlas con la primera ni se lo
menee con la segunda.
No orine en la caldera. Vaya al cuarto de baño.
No cuelgue consoladores en la pila de agua bendita de su cama. Esas cosas se
guardan bajo la almohada.
EN CASA
I
No se asome al balcón para escupir a los transeúntes; sobre todo si tiene semen en la boca.
No orine en el escalón más alto de la escalera para hacer una cascada.
Si no está completamente segura de que su coño no tiene viruela, no meta un
consolador en la boca de un bebé para que mame la leche que queda en los cojones
de goma.
EN LA COCINA
I
Cuando use un plátano para divertirse sola o para hacer gozar a la criada, no lo vuelva a poner en el frutero sin haberlo limpiado cuidadosamente.
No se la menee a todos sus amiguitos en una jarra de limonada, incluso si le
parece que el refresco estará mejor condimentado con leche fresca. Los invitados
de su señor padre podrían no compartir sus gustos.
Si vacía a escondidas la mitad de una botella de champán, no orine dentro para
rellenarla.
No insinúe al criado que se folle el culo de un pollo cocido sin haberse
asegurado por sí misma de que el criado está sano.
No se cague en la crema de chocolate incluso si, por encontrarse castigada sin
postre, está segura de no comerla.
EN LA MESA
I
Si se le preguntan qué bebe usted en las comidas, no responda: “Sólo leche.”
No meta y saque de su boca un espárrago mientras mira lánguidamente al joven que
quiere seducir.
No lama un albaricoque partido en tanto que guiña a la lesbiana más célebre de
la reunión.
No coja dos mandarinas a fin de añadirle unos cojones al plátano.
Si se la menea a su vecino bajo su servilleta, hágalo tan discretamente que
nadie se dé cuenta.
Si su amiguita actual está sentada frente a usted, no le monte una escena de
celos por encima de la mesa.
Cuando una persona mayor cuenta una historia verde que las jovencitas no deben
comprender, no se ponga a gritar como si se estuviera corriendo; incluso si la
narración la excita muchísimo.
Si encuentra un cabello sospechoso en su plato, no diga: “¡Qué bien, un pelo del
culo!”
No esconda un consolador en el frutero para que las chicas se rían a la hora del
postre.
Cuando le sirvan plátanos, no se guarde el más gordo en el bolsillo. Esto haría
sonreír a los señores y, posiblemente, hasta a las jovencitas.
Si es aún impúber, no se aplaste entre las piernas un puñado de fresas y a
continuación vaya a enseñarle a todo el mundo que ya tiene la regla.
Es de muy mal gusto poner bajo la servilleta de una señorita –y en lugar del
panecillo- un consolador.
JUEGOS Y DIVERSIONES
I
Nunca pida permiso a una señora para irse a holgar con su hija. Diga “jugar”, que es más decente.
No invite a sus amiguitas a pescar pececillos de flujo en el bidet de su señora
madre cuando jueguen a las comiditas.
Para echar a suertes, no le pida a una niña que se corte cinco o seis pelos;
sobre todo si sabe que no tiene ni uno.
Si juega al dedo mojado, no lo humedezca entre sus muslos, a menos que se
encuentre en la intimidad.
Si propone jugar a “muéstrame tu polla y veras mi culo”, asegúrese de que los
mayores no vigilan.
Lo mismo cuando juegue “a ver quién mea más lejos”, sobre todo si los árbitros
son unos jovencitos.
Igual si juega “al parto” con una muñequita de porcelana en el coño.
También cuando juegue a ver “quién hace la cochinada más grande”. Es el juego
favorito de las niñas, pero los padres nunca lo aprueban.
A “adivina quién te dio”, si está de rodillas ante un muchacho, no le chupe la
polla: no podría usted contestar las preguntas del juego.
Ponerse miel entre las piernas para hacerse lamer por un perrillo, está –en
rigor- permitido; pero es inútil devolverle el favor.
Nunca masturbe a un chico en la ventana. Nunca se sabe sobre quién puede caer
eso.
No se ponga a caballo sobre el cuello de un señor si no tiene las calzas
abrochadas. Por poco excitada que esté, podría mancharle el cuello de la levita.
Levantarse la falda, sentarse sobre un bolo puesto en pie, meterlo por donde se
imagina y correr sosteniéndolo con la sola fuerza del “cascanueces”, es un
ejercicio muy indecente que una señorita bien educada no debe imitar, ni
siquiera cuando lo haya visto hacer con éxito de crítica.
Si juega “al burdel” con varias chicas, no se pinte con carbón el vientre y los
muslos para hacer de negra.
Si juega “a la puta” con algunos chicos, no pida prestadas veinticinco ladillas
a la hija del jardinero para hacerse un verdadero coño de tirada
Si, jugando al escondite, se encuentra usted sola con una jovencita en un
escondrijo impenetrable, masturbe a su compañera: es la costumbre. Y si le hace
remilgos, mastúrbese ante ella para animarla.
Si practica la equitación junto a un hermoso caballero y la montura le provoca
de golpe una emoción desbordante, puede suspirar: «Ah!... ah!...», siempre que
añada a continuación: “Lo hago por usted, señor.”
Cuando juegue a la gallinita ciega, no rebusque bajo las faldas de su cautiva
alegando que así la reconocerá en seguida. Esto la comprometería mucho.
Cuando le propongan jugar al “corre, corre que te pillo”, no se eche a reír.
Cualquier broma con esto sería un chiste fácil.
EN CLASE
I
No dibuje en la pizarra el coño de la maestra, sobre todo si ella se lo ha enseñado confidencialmente.
Cuando se masturbe bajo el pupitre, no se limpie el dedo mojado en el cabello de
su compañera, a no ser que ella se lo pida.
Si encuentra más cómodo hacerse una paja en el cuarto de baño, pida permiso sólo
para salir; no diga el motivo.
Si le preguntan qué era Pompeya, no responda: “Debía ser una polla”. Y si le
preguntan qué personaje histórico le habría gustado ser, no diga mientras guiña:
“Siempre he querido ser Perseo”. Estas bromas harán reír a sus compañeras, pero
no a la maestra.
No afirme que el Mar Rojo se llama así porque tiene la forma de un coño ni que
la Florida es la polla de América ni que la Jungfrau no merece su nombre desde
que los alpinistas la remontan. Serían observaciones ingeniosas, pero impropias
de la boca de una niña.
No humedezca su pulgar en la boca o en el coño para pasar las páginas.
Si le dicen que el hombre se distingue del mono en que aquél no tiene rabo, no
afirme que sí tiene.
Es inútil que cite “follar” entre los principales verbos de la primera
conjugación: yo follo, yo follaba, que yo folle, follando, follado. La
conjugación de este verbo es interesante, pero le regañarán más por conocerla
que por ignorarla.
Si la suma que le manden da 69, no se eche a reír como una pequeña imbécil.
Si su profesor le pide una pluma, no simule creer que quiere una mamada.
En el primer año de ingles, a veces salen frases ingenuas: “Tengo un lindo
nidito. Tienes un gran capullo. A él o a ella le gusta las lenguas. Mi hermana
tiene un buen cascanueces. ¿Quiere una paja? El húsar disparó dos veces. Busco
los guisantes de mi tortilla. El cabrón tiene una hermosa cola. Mi hermano tiene
zorras y mi padre vacas.”
Ni se le ocurra traducir: “I have a pretty little cunt, You have a big clito.
She likes to be tongued, etc...»
Si su maestra la lleva a su cuarto y la toma entre sus brazos con una gran
turbación, levántese la falda con naturalidad y guíe su vacilante mano. Esto le
quitará un gran peso de encima.
El primer día, no se acerque a una alumna mayor y le pregunte si se hace pajas.
1º Porque la pregunta es ociosa: ciertamente, se las hace. 2º Porque estaría
tentada de mentirle. Llévala en secreto al fondo del jardín y entréguese delante
de ella a sus deliciosas costumbres. Su ejemplo le hará sentir vergüenza por su
disimulo.
Si alguna de las mayores se burla de su juventud porque ella tiene unos bonitos
pelillos y usted está rasa como la palma de la mano, no la llame oso peludo,
Absalón ni mujer barbuda: aprenda una lección del enfado que siente y acuérdese
de ser modesta cuando tenga el monte frondoso.
REGALOS
I
Si lleva en un medallón un ramillete de pelos rubios cortados del pubis de su amiguita, es preferible que diga que son cabellos.
No ofrezca nunca consoladores a una mujer casada, a menos que ella le haya
contado sus infortunios.
Si muestra un lápiz automático, no eche miradas tiernas mientras saca y mete la
mina.
El regalo más hermoso que puede hacer una jovencita es su virginidad. Como la de
delante sólo se puede dar una vez, dé en cien ocasiones la de detrás y hará una
centena de cortesías.
Si una amiga le regala un anillo, póngalo en el dedo que use habitualmente
durante sus soledades voluptuosas. Es un detalle muy delicado.
Si regala una pluma gruesa a una amiguita inocente, enséñela a usarla o será un
obsequio desperdiciado.
Regla sin excepciones: jamás coja la polla de un compañero de baile a quien no
se le empine por usted. Un vistazo a su pantalón le evitará meter la pata.
Si disfruta danzando, dígalo bajito. No lo grite.
Si ve una mancha en el vestido de una chica, no le pregunte si es de semen.
Si su compañero de baile le pone la polla en su mano, pretende darle a esta
galantería un carácter confidencial. No llame a todo el mundo para enseñar lo
que coge.
Cuando, tras un mueble, un señor se corre en su mano, es más prudente chuparse
los dedos que pedir una servilleta.
Una niña bien educada no orina en el piano.
DE VISITA
I
Vuelva a ponerse los guantes antes de entrar si se ha hecho una paja en el
ascensor.
Cuando la señora de la casa se incline para besarle, no le meta la lengua en la
boca. Eso no se hace ante testigos.
Diga: “Buenos días, señora. ¿Cómo está usted?” Pero nunca pregunte a una mujer
casada: “¿Folló bien anoche?” Porque lo más frecuente es que no tenga nada que
contar.
En un salón muy fino no tome jamás el pañuelo de un señor para limpiarse las
partes pudendas, incluso si se ha mojado por su culpa.
Si una de las invitadas le gusta, puede sonreírle a hurtadillas; pero no vibre
la lengua mientras refuerza el brillo de sus ojos. Sería expresar con demasiada
evidencia una proposición que es preferible sobrentender.
Si alguien le hace admirar una rosa, no le diga: “Me recuerda el coño de la
señora X...” Pues sería un cumplido de ésos que más vale guardarlos para los
momentos de intimidad.
Si una señora modesta le dice: “Mi hijo trabaja peor que su hermano”, no le
responda: “Sí, pero su leche es mejor.” Los elogios de este tipo no agradan a
una madre cristiana.
Si ve una mancha roja en el bigote de un joven, no le espete delante de todos: “
¿La señora X... tiene, pues, la cosa?” Se haría un silencio embarazoso.
No pegunte a una actriz dónde pasó sus años de prostíbulo. Infórmese por sus
amigas.
Si le dijeran que es “todo un chico”, no muestre su coño para probar lo
contrario.
Decirle a una señorita que tiene unos hermosos cabellos rubios, es una
gentileza; es una indiscreción preguntarle en voz alta si los del pubis son del
mismo color.
Si está sentada en el borde de una silla, no se mueva demasiado adelante y
atrás; la distraería.
Si una señora rechaza sentarse, no le dé consejos sobre el peligro de ser
enculada por algún despistado.
Si al caballero que habla con su madre se le empina bajo el pantalón, no le
llame la atención a gritos.
Hay que decir siempre la verdad; pero cuando su madre recibe en el salón, la
llama y le pregunta qué hacía, no responda: “Me lo meneaba, mamá”, aun siendo
rigurosamente cierto.
SUPERSTICIONES
I
Se conquista a los hombres poniéndoles una pizca de sal en la punta de la polla
y chupándola hasta que la sal se haya disuelto.
Por ser el viernes el día dedicado a Venus no tiene ninguna mala influencia
sobre las citas amorosas. Al contrario.
Si son trece haciendo el amor sobre la misma cama, no mande a la más pequeña que
se masturbe sobre la mesita de noche. Mejor llame a la hija de la portera y así
serán catorce.
Asimismo, si su amante le echa trece polvos en la misma noche, no lo deje irse
hasta que no descargue por decimocuarta vez.
Si una joven morena le dice: “Las morenas vienen al mundo por el coño y las
rubias por el ojo del culo”, puede responder sin vacilar que se tata de un falso
rumor. Si usted es rubia, puede añadir una bofetada.
Cuando pierda su virginidad, no recurra a San Antonio de Padua para recuperarla.
San Antonio de la Tebaida meditó mucho sobre cuestiones sexuales; pero su
homónimo no se complacía con estos asuntos.
No se ate un cerdito de oro en los pelos del coño para que dé suerte a lo que
cubran. Los caballeros que le levanten la falda podrían reírse con esta
ocurrencia.
En el castillo donde sus padres reciben visitas, no se beba el agua de bidet de
todas las chicas para conocer sus pensamientos.
Antes de que le metan un consolador por el culo, no exija que haya sido
bendecido por el obispo. Algunos se negarían a ello.
EN LA IGLESIA
I
Una jovencita que se despierta debe terminar de masturbarse antes de empezar sus oraciones.
Si fue insuficiente la paja de la mañana, no la concluya durante la misa.
No siga el oficio con un ejemplar de Gamiani, sobre todo si está ilustrado.
Nunca arranque un botón del pantalón a su vecino en el momento de la colecta.
Hágalo antes de entrar.
“Quienes conozcan algún impedimento para que este matrimonio sea celebrado, que
hablen ahora o callen para siempre”, dice el sacerdote. Pero sólo es una
fórmula. No se levante para revelar confidencias.
Cuando esté al lado de una mujer que de rodillas saca el culo, no le pregunte si
esta postura le trae dulces recuerdos.
Al arrodillarse ante el altar, no invite en voz baja a su vecinita a acostarse
con usted por la tarde.
El día de su primera comunión, si una señora grita al verla: “¡Qué bonita!
¡Parece una novia!” no responda: “Sólo me falta la flor.” La réplica sería
considerada atrevida.
Si se la chupa a un señor antes de ir a comulgar, no se trague la leche: ya no
estaría en ayunas, como es preceptivo.
Durante la catequesis, si el joven sacerdote le pregunta qué es la lujuria, no
le conteste entre risas: “Lo sabemos mejor que usted.”
Durante la homilía, si el predicador parece creer en la “pureza de las jóvenes
cristianas”, no se parta de risa.
Si echa un polvo por la tarde en una iglesia de pueblo, no se lave el coño en la
pila del agua bendita. Lejos de purificar su pecado, lo agravaría.
EN LA CONFESIÓN
I
Si su confesor le pregunta cuántas veces ha sido inseminada, no le responda: ¿Y usted?
No se masturbe en el confesionario para ser absuelta inmediatamente después.
Cuando le cuente todas sus cochinadas al buen sacerdote que la escucha, no le
pregunte si lo oído se la pone tiesa.
Si se confiesa en la casa de su director espiritual, no le pida jamás que le
deje coger la polla para explicarle mejor lo que hace a los chicos ni tampoco le
muestre su coño para que comprenda bien lo que le hace a las muchachas.
Si su director espiritual tiene por costumbre follarla, encularla o correrse en
su boca antes de absolverla de eso y lo demás, manténgalo como amante si le
gusta, pero cambie de confesor. Desde el punto de vista canónico, no da la
talla.
EN LOS CAMPOS ELÍSEOS
I
Si tiene ya tetitas, no se las saque a tontas y a locas para darle el pecho a su
muñeca. Esto está permitido a las nodrizas, pero no a las jovencitas.
No compre una varilla de aro para metérsela en el coño delante de todo el mundo.
Hágalo en su casa.
Si un viejo verde le muestra su miembro en el recodo de una alameda, no está
obligada a enseñarle su coñito para devolver la cortesía.
No entre en los urinarios para ver mear a los caballeros.
Cuando, a pleno día, venga de joder entre los macizos, no se lave el culo en un
tazón del Rond-Point. Eso la pondría en evidencia.
EN LA CALLE
I
Dar limosna a un pobre porque no tiene pan, perfecto; pero chupársela porque no tiene amante, es excesivo. De ninguna manera se puede considerar obligatorio.
Si le apetece acostarse con un caballero que pasa, no se lo pregunte usted
misma. Hágale hablar a través de su criada.
No se enchufe jamás una manguera en sus partes íntimas. Estos instrumentos
descargan demasiado fuerte para su pequeña capacidad.
Si ve, al lado de una acera, un caballo terriblemente empalmado, no alargue la
mano para aliviarlo. No es costumbre.
Si en una muchedumbre una mano misteriosa le toca el pubis, abra del todo los
muslos para dar facilidades.
No dibuje cipotes en las paredes, aunque tenga un gran talento como artista.
No se la chupe a los caballeros en los urinarios antes de la una de la
madrugada.
EN LAS TIENDAS
I
Si se hace chupar por una dependienta del Louvre en un probador, no grite que ha disfrutado; provocaría un escándalo espantoso.
Al salir de los servicios públicos, no pida una rebaja con el pretexto de que
sólo se ha masturbado.
Nunca entre en un burdel para contratar los servicios de una tortillera si no
lleva veinte francos.
Si le falta algo de dinero para pagar sus compras, no proponga al vendedor
chupársela a cambio de la diferencia; sobre todo si su mujer los escucha.
No entre en una peluquería pidiendo con desparpajo que le ricen los pelos del
coño.
No mande su consolador a la mercería para que le pongan unos lacitos.
EN EL TEATRO
I
No ponga la mano sobre el pantalón de su vecino para ver si el ballet lo pone cachondo.
Si ve que una bailarina tiene el cabello rubio y las axilas negras, no pregunte
el motivo a gritos.
Tampoco diga en voz alta: “¡Esa morenaza es la que se acuesta con papá!”
Especialmente si su señora madre la acompaña.
Aunque tenga referencias fehacientes sobre los talentos de la compañía, no diga
de forma que lo oiga todo el palco: “Ésa chupa como una chimenea; deja seco a
quien quiere. Aquella otra funciona por el culo.”
Si escucha durante la representación algunas bromas picantes, alusiones,
indirectas, no se las explique a los adultos, aunque parezcan no haberlas
entendido.
No pegunte tampoco por qué el bello tenor no se tira a la soprano, que canta
todo el tiempo como si se estuviera corriendo. Eso no suele hacerse en el
escenario.
Si el papel de amante lo representa una mujer disfrazada no grite a través de la
sala: “¡Sucia tortillera! ¡Lávate la lengua! ¿Dónde está tu consolador?” Y otras
frases impertinentes que el público no escucharía sin protestar.
EN EL MUSEO
I
No se suba a las estatuas antiguas para usar las pollas. No se deben tocar los objetos expuestos ni con la mano ni con el coño.
No dibuje rizos negros en los pubis de las Venus desnudas. Si el artista
representa a la diosa sin pelos es porque Venus se los afeitaba.
No pregunte al vigilante de la sala por qué el Hermafrodita tiene cojones y
tetas. Eso se sale de sus competencias.
EN LA PLAYA
I
Si pasa al lado de un caballero que se está bañando, no le coja los huevos, por muchas facilidades que dé su indumentaria a los tocamientos.
No se masturbe mientras se hace la muerta; se notaría.
En el agua, no pida a los presentes permiso para hacer pipí. Hágalo sin
autorización.
En la medida de lo posible, no se encierre en su vestidor con un hombre. Entre
con una jovencita: le lamerá tan bien, si no mejor, y no la comprometerá.
Si escribe obscenidades en los tabiques de la cabina, no las firme con el nombre
de la señora que la precedió.
Cuando por las rendijas de la madera vea en el vestuario de al lado a una señora
que, creyéndose sola, se masturba; no golpee el tabique preguntándole “si ya
viene”. En lugar de animarla, la turbaría.
Si un caballero le pregunta por qué no se baña, no le responda: “Tengo la
regla.”
EN EL HOTEL, DE VIAJE
I
No llame al camarero a las once de la noche para pedirle un plátano. A esa hora, solicite una vela.
No pregunte a la gobernanta si la sirvienta sabe hacer mamadas. Interrogue a la
interesada.
No llame a los transeúntes por la ventana, aunque tenga muchas ganas de joder y
nadie para satisfacerla.
Puede mirar por el ojo de la cerradura para saber por qué su mamá se encierra
todo el día con un joven que no conoce, pero nunca grite: “¡Ánimo, mami! ¡Ya
viene, ya viene!” En lugar de excitarla, le procuraría una lamentable turbación
en sus tareas.
Si por el mismo método, ve que un turista se divierte con una criada del hotel,
es inútil que grite en las escaleras para advertir a la gobernanta. Eso no es
asunto suyo.
EN EL CAMPO
I
No haga anunciar al pregonero que perdió su virginidad. El hombre que la encontró no se la devolverá.
Si se encuentra en un lugar desierto con un vagabundo que la acosa, déjese
follar. Es el medio más seguro para no ser violada.
No haga que siete u ocho campesinos se corran en un vaso para beber leche con
azúcar. Esto le daría una pésima reputación en la comarca.
Delante del jardinero que riega la tierra para que crezca el césped, no se moje
el pubis para que le crezcan los pelos. Se reiría de su ingenuidad.
DEBERES HACIA EL PRÓJIMO
I
Tenga por segura esta verdad: todas las personas presentes, cualquiera que sea su sexo y su edad, tienen el deseo secreto de hacerse chupar por usted; pero la mayoría no se atreven a decirlo.
Por lo tanto, respete ante todo la hipocresía -que se llama también virtud- y no
diga jamás a un caballero ante quince personas: “Enséñame tu polla y yo te
mostraré mi raja.” Ciertamente, él no lo hará.
Al contrario, si se encontraran completamente solos y en un lugar donde
estuviera seguro de no ser sorprendido por nadie, no sólo le mostraría su
cipote, sino que no se opondría a que se lo chupara.
La mayor parte de los consejos que siguen derivan de los principios anteriores.
DEBERES PARA CON SU PADRE
I
Si su señor padre, enfurecido, le dice: “¡No eres mi hija!” No le responda entre carcajadas: “¡Hace mucho que lo sabía!”
Cuando su señor padre se presente en su grupo, no diga: “¡Ya está aquí el
cornudo!” O, si lo hace, que sea en voz muy baja.
Si bebe un vaso de cerveza en el billar de su papá, hace mal; si orina en la
botella para que no se percate de la disminución, lo único que consigue es
agravar la falta.
Si se sienta en la rodilla izquierda de su señor padre, no frote su culo con su
polla para excitarlo, a no ser que estén solos.
Si su señor padre le pide que se la chupe, no tenga el despiste de decirle que
su picha huele al coño de la criada. Podría preguntarse por qué reconoce usted
ese olor.
Si su señor padre la lleva a un burdel para que sea lamida por unas putas
hábiles, no dé su dirección a todas esas señoritas para cartearse. Una jovencita
con mundo sólo va al prostíbulo en el más estricto incógnito.
Si se está haciendo una paja cuando su señor padre entra en su habitación,
párese: es lo más conveniente.
Si su señor padre se digna alguna vez a eyacular en su boquita, acéptelo con los
ojos bajos y como su fuera un gran honor del que no es digna. Pero, sobre todo,
no vaya a jactarse de ello como una estúpida al oído de su mamá.
DEBERES PARA CON SU MADRE
I
No la llame jamás: “¡Vieja vaca! ¡Puta de urinario! ¡Tortillera de putas! ¡Loca por la leche! ¡Viruela ambulante! Etc...” Son expresiones que conviene dejar al vulgo.
Tampoco le diga nunca: “¡Vete a la mierda! ¡Que te den por el culo! ¡Me cago en
ti!”
Y sobre todo: “¡Me sales del coño!” Pues, al contrario, es usted quien salió del
suyo.
Por la noche, cuando su señora madre vaya a darle un beso en su cama, espere a
que se haya ido para hacerse la paja.
Si su señora madre le pregunta a quién le gusta más besar, no responda: “El culo
de la criada”
Cuando vaya a la casa del amante que tiene por costumbre encularla, no se
maquille el ojete en el cuarto de baño de su madre con el lápiz que usa para sus
labios.
No se ciña un consolador para enfilar a su señora madre antes de que ella se lo
pida.
No se ofrezca a su mamá para participar –por poco que sea- en sus
voluptuosidades conyugales. Espere a que ella se lo pida.
DEBERES PARA CON SU HERMANO
I
Nada más feo que una niña vea cómo se le empina a su hermano y no haga nada para aliviarlo.
Menéesela a su hermano en su cama; no en la de usted. La comprometería.
Cuando venga de chupársela a su hermano, no escupa la leche en la cara de su
institutriz. Si se quejara, tendría problemas.
La mayoría de las jovencitas se hacen desvirgar por sus hermanos, lo cual ofrece
menos inconvenientes que si interviniera un extraño.
Si su hermano se le pone encima a las tres de la madrugada y le hinca
gentilmente la polla en el culo, no le diga que tiene sueño.
DEBERES PARA CON SU HERMANA
I
Los días que su hermana no vea a su amante ni a su amada, métale delicadamente la mano bajo la falda y pregúntele si quiere contentarse con usted.
Si le responde que prefiere hacerse una paja completamente sola, retírese con
discreción.
Cuando su hermana esté orinando, no le quite la escupidera para que mee en el
suelo; es una broma de mal gusto.
Cuando ella -en camisón- esté de rodillas, váyase si ve que su hermano aprovecha
esta posición para meterle la lengua en el culo.
Si ve a un caballero desnudo en la cama de su hermana, no vaya a cuchicheárselo
a su señor padre. La visita no es para él.
Si su hermana tiene pelos en el pubis antes que usted, no se los arranque con la
excusa de que es una injusticia.
Cuando su hermana salga para el baile, no escriba en la espalda de su vestido
blanco: “Encúleme, por favor.” Absténgase de toda inscripción de este tipo.
Durante el noviazgo, no le diga a su futuro cuñado que su hermana chupa muy bien
las pollas. Aunque vaya a disfrutar esa habilidad íntima, saberlo así no le va a
hacer gracia.
Si le preguntan qué hace su hermana en su habitación, no diga que se la menea;
incluso si está segura de lo que dice.
No le cuente a nadie que su hermana se mete la almohada entre los muslos, se
frota contra ella y la llama Gastón.
Si su hermana se sirve varias veces seguidas de su consolador y no quiere
devolvérselo, no se queje a sus padres. No cuente tampoco con su espíritu de
justicia, cuando ella se niegue a lamerla. En ambos casos usted sería azotada.
No se burle de su hermana si ella no quiere ser enculada. Una jovencita con
mundo es completamente libre de dar un solo agujero a sus amantes.
Cuando su hermana mayor esté en camisón y de rodillas sobre el reclinatorio, no
le chupe por detrás; la distraería.
DEBERES PARA CON DIOS
I
Todas las noches, antes de masturbarse, rece sus oraciones arrodillada.
Admire la bondad de Dios que da a cada jovencita un coño para recibir todas las
pollas del mundo y que –para variar los placeres- le permite reemplazar la polla
por la lengua, la lengua por el dedo, el coño por el culo y el culo por la boca.
Agradézcale la creación de las zanahorias para las niñas, los plátanos para las
jovencitas, las berenjenas para las jóvenes madres y las remolachas para las
señoras maduras.
Bendígale por haber puesto en usted el deseo de correrse y creado mil medios
para conseguirlo.
Si quiere un amante, pídaselo y se lo dará. Si es una tortillera lo que
necesita, dígaselo sin vergüenza. Dios lee en su corazón. No podría engañarlo.
No rece desnuda. Póngase un camisón, no se lo suba delante de los presentes. Si lleva un consolador en el coño, quíteselo.
También si lo tiene en el culo.
Mientras reza de rodillas, si alguien pretende aprovecharse de esta posición
para encularla, no se preste a esta inconveniencia.
Antes de comulgar, si se la ha chupado a alguien, no se trague la corrida; no
estaría en ayunas. Pero puede beberla en viernes. El semen, al igual que la
leche, no se considera un alimento graso.
Algunas jovencitas muy vigiladas se compran un pequeño santo de marfil pulido y
lo usan como consolador. Es una costumbre condenada por la Iglesia.
En cambio, puede servirse a tal efecto de un cirio, siempre que no esté
bendecido.
CON EL AMANTE DE SU MADRE
I
Cuando una jovencita ha descubierto quién es el querido de su mamá, bajo ningún pretexto debe decírselo a su papá.
No diga jamás al amante de su madre que una chica se masturba pensando en él,
sobre todo si ella es usted.
Si el amante llega pronto y su señora madre le pide que lo atienda, excítelo,
pero no se la chupe.
Cuando su madre vuelva de una cita, no debe preguntarle si le ha gustado,
cuántas veces lo ha hecho, si el caballero follaba bien, etc. Estas preguntas
sólo merecen la correa.
También está prohibido llevarse a parte al querido y preguntarle: “¿Se corrió
dentro? ¿Es muy guarra? ¿La chupa bien? ¿Se traga la leche? ¿Se deja encular?”
Etc, etc.
Ni tampoco para decirle: “Papá se tiró a mamá anoche. Me lo ha dicho mi
sirvienta.” Esta información no sería recibida con gusto.
Si usted sabe que su madre espera a su amante en casa, no se esconda bajo la
cama para gritar: “¡Sorpresa! ¡Soy yo!” mientras la saborea en su boca. Podría
atragantarse.
No escoja, tampoco, ese momento para entrar en la habitación aullando: “¡Ya está
aquí papá!” cuando sabe perfectamente que su señor padre está de viaje.
Si éste se ausentara durante seis meses o un año, no se arriesgue, un día de
adulterio, a esconder la jeringa de su mamá, de forma que se dé cuenta demasiado
tarde. Podría tener consecuencias muy graves y la broma no sería apreciada.
Si descubre que es hija del amante y no del marido, no llame a este caballero
“papá” delante de veinticinco personas.
Es al esposo de su madre a quien debe llamar papá. Aun estando segura de que no
les une lazos sanguíneos, no le debe decir al oído: “¡Te la puedo chupar, no
eres mi padre!” La segunda oración destruiría todo lo que tuviera de agradable
la primera.
Si una visita llega cuando su madre está haciendo el amor y le han encargado que
diga: “Mamá está indispuesta”, no dé detalles sobre la enfermedad. Si le
preguntan: “¿Qué tiene?” No conteste: “Una polla en el culo.”
APARTADO ESPECIAL PARA HACERSE DESVIRGAR
I
A partir de los ocho años, no es conveniente que una niña sea aún virgen, aunque lleve mucho tiempo chupando pollas.
Cuando tenga ocho años cumplidos, si le piden su virginidad debe darla; si no se
la piden, debe ofrecerla educadamente.
Para que la desfloren, tiéndase en mitad de la cama, quítese el camisón o al
menos súbaselo hasta las axilas, separe las piernas y ábrase los labios del coño
con las dos manos. Si el caballero prefiere desvirgar su culito, ofrézcaselo
inmediatamente: le corresponde a él escoger el camino que le apetezca.
Si su desfloramiento se produjo sobre la hierba o en el banco de un parque o en
un coche o sobre una taza de váter o en una bodega, sobre un tonel, o en el
desván sobre una caja vieja, no se queje de la incomodidad. Se folla donde se
puede.
Cuando la hayan desvirgado, guárdese de ir a contárselo a su señor padre. Eso no
se hace.
No se lo diga a su sirvienta, si tiene la costumbre de masturbarla todas las
noches: ella descubrirá por sí misma el rastro del lobo.
CON UN AMANTE
I
Tenga todos los amantes que quiera, pero no cuente a los jóvenes lo que hace con lo viejos. Ni al contrario.
No olvide decir “por favor” cuando pida una polla ni “gracias” cuando se la den.
Cuando esté con un amante que la tenga tiesa a la altura de su cintura y se
propone follarla, súbase en un taburete para que su coñito esté a la altura de
las circunstancias.
En general, es preferible que se ponga de rodillas sobre un sillón, se eche la
falda sobre la espalda y abra las nalgas con ambas manos, de manera que queden a
la vista sus dos agujeros. Así, el caballero podrá elegir su camino con toda
libertad. Es la postura más cortés.
Cuando venga de chupársela a alguien, no vaya a la cocina para echar la leche en
la olla. Le daría mala fama entre el servicio.
Si su señora madre la acompaña a casa de su amante, deje que la joda primero, es
la costumbre; cuando se la estén follando a usted, lámala para tenerla ocupada.
Mientras sea impúber, puede hacer el amor con los negros sin ningún peligro, si
eso la excita; cuando tenga la regla, pida a sus amantes negros que la enculen,
pues un mulatito dañaría su buen nombre.
CON EL SERVICIO
I
Si es una jovencita muy folladora, si tiene siempre la camisa llena de lechigazos y las sábanas manchadas, masturbe de vez en cuando a la criada para que no diga nada.
No se la chupe nunca al ayuda de cámara en presencia de la cocinera. Sentiría
celos y la denunciaría.
Al subir en el coche de sus padres, no bese en el cuello del chófer, aun
estándole muy reconocida porque se la acaba de follar seis veces.
No se queje a su señora madre de que la nueva sirvienta no quiere lamerla. Haga
que la echen por otro motivo.
No encule por la fuerza a su camarera con el palo de una escoba. Podría hacerle
daño.
Cuando su criada inglesa esté dormida, no le corte los pelos del pubis para
hacerse un bigote rubio.
Si la cocinera le deja examinar su chocho con todo detalle, no eche en él polvo
picapica.
Si sorprende a la ayudante de cocina a punto de hacerse una paja con el rodillo,
no se lo diga a su señora madre. Cuando una pobre chica está caliente, coge lo
primero que tiene a mano.
No se la chupe a los criados. Es un servicio que puede exigirles, pero que no es
conveniente devolverlo.
No entre jamás donde el servicio con la falda levantada hasta la cintura y
gritando: “¡Metédmela todos!”: le perderían el respeto.
Por muy grande que sea la venalidad del ayuda de cámara con quien folla, no le
regale una joya de su señora madre cada vez que se la meta.
No exija a su camarera que se lo chupe más de dos veces al día: no hay que
cansar a los criados.
CON EL SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
I
Solicitada para tener el honor de recitar un elogio ante el Presidente de la República, no le diga al oído cuando la bese: “Ven a casa y te la pondré tiesa.”
Igualmente, si ve que es un cliente habitual de la casa donde vendes tu boquita,
no lo llame “gran bebé” delante de Estado Mayor.
No lo llame tampoco “viejo sátiro” cuando le reclame cien mil francos a cambio
de su silencio.
Si, por el contrario, se aparta discretamente con usted y se lanza sobre su
grupa para satisfacer su lubricidad, nada la obliga a dejarse violar por el Jefe
del Estado.
Si se acuesta con él de buen grado y le pide que orine en su boca, no le objete
que este acto va contra el respeto que se le debe. Él conoce el protocolo menor
que usted.
Puede pedirle un
mechón de sus cabellos como memoria de sus favores, pero sería indiscreto
cortarle la picha para conservarla como un recuerdo suyo.
Si durante una correría nocturna, se encuentra al Presidente de la República
completamente borracho, tirado en un charco, hágalo llevar al Elíseo con los
honores debidos a su posición.
Si el señor Presidente muriera súbitamente mientras usted saborea su leche,
puede contar la anécdota a todo el mundo: no la perseguirán. Hay precedentes.
PARA CHUPAR
I
Nunca diga a un hombre de mundo: “¿Hay que chupársela?” Son las putillas baratas quienes hablan de esa forma. Dígale en voz baja, al oído: “¿Quiere mi boca?”
Si está con un caballero al que nunca se la ha mamado, no le haga sabias lamidas
a lo largo de la polla y por detrás de los cojones. Tendría una mala opinión
acerca de su pasado.
Métase modestamente la picha en la boca al tiempo que baja los ojos. Chúpela
despacio. Preste atención a los dientes para no morderla y apriete los labios a
fin de no babear.
Cuando el caballero esté a punto de correrse, no lo interrumpa pidiéndole
noticias de su madre, aunque haya olvidado hacerlo a su tiempo.
Cuando eyacule, tráguese en silencio hasta la última gota. A continuación diga
alguna frase amable sobre el sabor de la bebida que acaba de tomar.
Hecho esto, no le pida al caballero seis sous. Las jovencitas con mundo la
chupan por gusto.
Si está acostada con un hombre al que conoce muy bien y al que ya le ha
proporcionado veinte corridas, puede -sin inconveniente alguno- chuparle el
pellejo delos cojones y meterle la lengua en el culo como preámbulo; pero déjele
creer que es el único a quien usted concede esos favores.
Si al caballero se le pone blanda entre sus labios, no lo achaque a su
debilidad, sino a la inexperiencia de usted.
Si muriera, abotone su pantalón otra vez antes de llamar a la criada y nunca
diga en qué circunstancias entregó su alma a Dios.
EN LA CAMA CON UNA AMIGA
I
Nada más acostarse con una amiga, métale la mano en el coño; no espere a
que se lo pida.
II
No se burle de una chiquilla porque aún es virgen. Hay desgraciadas que nunca
han hecho que alguien se empine.
III
Recuerde que en el 69 el lugar de honor es el de abajo. Una jovencita
debe ponerse siempre arriba.
IV
Si su amiga no se lo chupa bien, sería de pésimo gusto orinarle en la cara como
forma de mostrarle su descontento.
V
Cuando apague la luz y diga a su compañera: “Déjame que te llame Arthur”, no
disimule que le está haciendo una confidencia.
VI
No avergüence a una jovencita que acaba de hacer sus más sabias lamidas en su
ojete. Lo ha hecho ciertamente con la mejor intención.
EN LA CAMA CON UN ANCIANO
I
Si los reveses de la fortuna obligan a sus padres a prostituirla antes de la
edad legal, muéstrese digna de la confianza que han puesto en usted y pruébeles
que no se equivocaron al jactarse de sus jóvenes talentos.
II
Encerrada con un anciano, no se desnude deprisa. Déjele buscar bajo su falda y
deslizar sus venerables dedos hasta la parte de su cuerpo que le interese más.
III
No abuse de los títulos honoríficos cuando hable con su protector. “Excelencia,
Monseñor, señor Vicepresidente del Senado” son expresiones que más vale dejar de
lado. Por el contrario, no tema llamarlo “¡Cerdo!, ¡Cochinito!, ¡Grandísimo
bribonzuelo!” Estos insultos dichos con una sonrisa serán siempre bien
recibidos.
IV
En cualquier circunstancia, dar la espalda a un anciano es una descortesía. Sin
embargo, una jovencita desnuda que enseña sus nalgas a un viejo vagabundo puede
estar segura de no ser reprendida.
V
Si el caballero le pregunta acerca de sus costumbres, preséntelas peor de lo que
son. Diga, por ejemplo, que se masturba cuatro o cinco veces al día, aunque no
sea más que una; que chupa todas
las noches el clítoris de su señora madre, aunque sepa que prefiere a su amante
de usted.
DIGA... NO DIGA...
No diga: “Mi coño.” Diga: “Mi corazón.”
No diga: “Tengo ganas de follar.” Diga: “Estoy nerviosa.”
No diga: “Acabo de correrme como una loca.” Diga: “Estoy algo fatigada.”
No diga: “Me corro.” Diga: “Vengo.”
No diga: “Cuando tenga pelos en el coño.” Diga: “Cuando sea mayor.”
No diga: “Prefiero la lengua a la polla.” Diga: “Sólo me gustan los placeres
delicados.”
No diga: “Entre comidas sólo bebo semen.” Diga: “Tengo un régimen especial.”
No diga: “Tengo doce consoladores en mi cómoda.” Diga: “Nunca me aburro sola.”
No diga: “Me importan un pepino las novelas honestas.” Diga: “Querría algo
interesante para leer.”
No diga: “Cuando ella se corre parece un burro meando.” Diga: “Es una exaltada.”
No diga: “Cuando le enseñan una polla, se enfada.” Diga: “Es una original.”
No diga: “Es una jovencita que se hace pajas a reventar.” Diga: “Es una
sentimental.”
No diga: “Es la mayor puta que hay sobre la tierra.” Diga: “Es la mejor muchacha
del mundo.”
No diga: “Se hace encular por todos los que la lamen.” Diga: “Es un poco
coqueta.”
No diga: “Es una tortillera empedernida.” Diga: “No es nada coqueta.”
No diga: “La he visto tomar por los dos agujeros.” Diga: “Es una ecléctica.”
No diga: “Se empina como un caballo.” Diga: “Es un mozarrón.”
No diga: “Su polla es demasiado grande para mi boca.” Diga: “Me siento tan niña
cuando estoy con usted.”
No diga: “Se ha corrido en mi boca y yo en la suya.” Diga: “Hemos cambiado
impresiones.”
No diga: “Cuando se la chupan, eyacula al momento.” Diga: “Es impulsivo.”
No diga: “Echa tres polvos sin sacarla.” Diga: “Tiene un carácter muy firme.”
No diga: “Folla muy bien a las jovencitas, pero no sabe encularlas.” Diga: “Es
un poco simple.”
Evite las comparaciones arriesgadas. No diga: “Duro como una polla, redondo como un cojón, mojado como mi raja, sabroso como el semen, no más gordo que mi clítoris” y otras expresiones que no están recogidas en el Diccionario de la Academia