0 comments/ 20458 views/ 0 favorites Cobertura Profunda By: brunorivera Soy Kristen. Tras graduarme, me comprometí con un compañero de la universidad mientras entraba a trabajar para una revista de noticias. Comencé como correctora bajo la tutela de Laura, una redactora de sociales, y poco a poco, fui ganándome el respeto de los compañeros, en especial, de mi joven "mentora". No era difícil corregirle a ella ni a los otros redactores, por el contrario, me ayudaron mucho a desarrollar mi propio estilo cuando me tocó escribir mi primer artículo acerca de modelos y sus dietas. Aunque fue otro reportero el que me encaminó en las entrevistas e investigaciones, Laura me mantuvo fiel al lado humano, para que no pareciera una colección de chismes sobre mujeres anoréxicas. A las pocas semanas de realizar mi primer reportaje importante, mi prometido Yamil envió un mensaje de texto a mi teléfono celular: - HOLA, KRISTEN. ¿PODRIAS VERME EN LA CAFETERIA DE ABAJO? NECESITO CONTARTE ALGO IMPORTANTE... Lo llamé de inmediato para preguntarle: - Bueno, Yamil, ¿De qué se trata? - Por favor, por teléfono no... - Está bien. Al bajar, él ya me esperaba con un par de vasos de café. Tras el consabido besito en los labios, me invitó a sentarme. Probé mi café, exactamente como me gusta. Aprendimos nuestros mutuos gustos en comida y bebida tras largas noches de estudio en la universidad y algunas veladas en esta misma cuidad. - ¿Y qué era eso tan urgente que tenías que verme en persona? - Que salgo de nuevo a Chicago esta noche. - Pero hace apenas dos meses que cubriste un reportaje allí. - Por eso volveré. Hice muy buenos amigos allí y me ayudarán a establecerme. - ¿Establecerte? ¿Y qué hay de nuestro compromiso? - Aquí no me va bien en la agencia para la cual trabajo. - No has contestado mi pregunta. - Lo siento, pero esta oportunidad se me ha presentado y no la quiero desperdiciar. - ¡Yamil! - ¡Está bien, tendremos que separarnos! No esperarás que rompiera mi compromiso sin verte cara a cara. - Tienes razón; no habría sido decente de tu parte. Ahora lo comprendo, pero dime, ¿acaso es que tienes a otra? - Eso no es de lo que se trata. Ya te lo dije: por allá tengo algo seguro, pero necesito moverme pronto. Espero que no me guardes rencor. - En lo absoluto. Te amo. - Y yo a ti, pero es mejor así. Lo nuestro no iba a durar. Y ahora, me voy; mi vuelo sale en pocas horas. Hubo un último beso, un poco más largo, y un adiós. Le devolví el anillo de compromiso en ese instante, y eso nos apesadumbró aún más. Lo lloré mucho esa noche, pero a la mañana siguiente, lo perdoné y todavía lo considero un buen amigo. Laura también quiso explorar nuevos horizontes, y pasó a otra revista especializada en modas, sin más calificaciones que su impecable gusto en el vestir. Eso abrió una plaza envidiable en mi trabajo ¡y cuál no fue mi sorpresa cuando el editor me citó a su despacho para ofrecérmela! Por poco me desmayo. El jefe anunció que Laura me recomendó insistentemente antes de renunciar. Yo acepté la oportunidad, y por fin comprendí las decisiones que habían tomado mis dos amigos. Varios meses después, me invitó a cubrir, junto a ella, un desfile de modas en un centro comercial a las afueras de la ciudad. Aunque la línea era casual, como para adolescentes y clientes de clase media, hubo algunas creaciones de gran gala y hasta transparencias. Preferí omitir esto último de mi nota para la revista, para no llamar demasiada atención a una cadena de tiendas familiar. Tras la rueda de prensa y el agasajo que vinieron a continuación, nos apartamos un momento para hacer los últimos apuntes en nuestras computadoras portátiles y enviar adelantos de las reseñas a redacción. Al terminar, vi a mi ex-compañera y la elogié: - La actividad estuvo genial. Gracias por pensar en mí. - Por nada, siempre serás mi colega. - ¿Aún ahora que soy tu competencia? - Eso no es problema. Mientras sepas mantener tu nivel de profesionalismo... - Me halagas. Su semblante se iluminó, y me imagino que el mío también, para luego ruborizarnos, no sé por qué. Bajamos la vista para cerrar nuestras computadoras y fuimos por separado a buscar algunos bocadillos y refrescos y mezclarnos entre la concurrencia. Poco a poco, todos se fueron marchando, y al llegar al estacionamiento, me di cuenta de que mi fotógrafo se olvidó de mí, con la prisa por revelar su material. Laura me vio y detuvo su automóvil, para comentarme: - Parece que somos las últimas en salir. - Ya lo veo. - ¿Necesitas que te lleve? - Bueno, sí. Si no es mucha molestia, es que yo vine en autobús y ya no parece que pasen más a esta hora... - Si vamos a la misma ciudad, móntate. - Gracias. Tras viajar por algunas millas, noté que Laura se estaba quedando dormida al volante, y traté de llevar una conversación para mantenerla alerta, pero yo también daba muestras de cansancio. Le dije: - ¿Laura? - ¿Qué? - Mira, es tarde y aún falta mucho para llegar. Detengámonos en algún motel para pasar la noche... Me miró extrañada, tal vez ofendida, pero luego sonrió y aceptó. - Tienes razón, así podemos cotejar nuestros apuntes con más calma. Estacionamos en una posada y ella pagó la habitación. Yo insistí en aportar algo pero ella ya se había encargado de la cuenta. Recogió una maletita de gimnasio de su baúl y entramos a la habitación. Me dijo que yo tomara la primera ducha, y al terminar, ella me dio una batita para que yo me sintiera más relajada. Cuando ella salió, yo cotejaba mis apuntes, pero todo parecía correcto. Al poco rato, me di cuenta de que ella me observaba, y comentamos, casi al unísono: - Como en los viejos tiempos... Nos reímos un poco por la ocurrencia, guardamos nuestras computadoras y nos pusimos a conversar más en confianza. Hablamos de muchos temas, como adolescentes. Al recostarme, se aflojó la solapa de mi batita y uno de mis pezones quedó a la vista de ella. Al principio, no me di cuenta, pero Laura sí. Lo que sí noté fue la expresión en su rostro que yo solía ver en el de mi ex-novio, e instintivamente, le dirigí a ella una mirada pícara, pero al recordar a quién tenía frente a mí, me avergoncé, le volví la espalda y me alejé. Ella se acercó lentamente, y me dijo: - ¿Te pasa algo? No le respondí. Ella colocó sus manos sobre mis hombros y me miró a los ojos y me preguntó: - ¿Te sientes mal? Esquivé su mirada y le contesté exasperada: - No me pasa nada. No respondió con palabras, pero no apartaba su mirada de la mía. Le dije: - Debes estar pensando que soy una mala persona... - ¡De ninguna manera! Nunca se me ocurriría pensar mal de ti... Distraídamente, seguí hablando: - Te estarás imaginando que soy una lesbiana descarada. - Descarada no... - Pero lesbiana sí... - No soy quién para juzgar tus preferencias, al contrario, estaría dispuesta a complacerte por una noche... - ¡Pero si yo no soy lesbiana! - Perdóname; haz de cuentas que yo no dije nada. Ahora fue ella quien sintió vergüenza y se alejó un poco. Me di cuenta de que la herí, así que me disculpé: - Perdóname, no debí atacarte así, si tú solamente tratabas de ser amable conmigo. Ahora me tocó a mí abrazarla, y ella me sujetó con fuerza. Sentí su cuerpo vibrar contra el mío. Entonces comprendí que había tocado una fibra sensible en ella. Saqué ternura que hasta la fecha no había tenido oportunidad de expresar y acaricié sus manos y rostro, y sobreponiéndome al prejuicio, le comenté en tono de broma: - ¿Te gustó lo que viste? - ¿Cuándo te diste cuenta de que soy...? - Recién ahora me doy cuenta, pero comienzo a comprender algunos gestos y atenciones que tenías hacia mí. Como impelida por un magnetismo incontrolable, Laura presionó su rostro contra el mío, deteniéndose a milímetros de mis labios, y murmuró: - ¡Eres tan bella! - ¡Tú también! Me sorprendieron las palabras que salían de mi ser, pero ya era tarde. Me besó con pasión y yo no me resistí. Hacía tanto tiempo desde que Yamil se marchó que le dije: - Esta noche, soy tuya... Bajaron sus labios por mi cuello, dándome besitos que erizaban los vellos de mi nuca y mis pezones, mientras mi vagina se comenzaba a humedecer. Desató mi bata y movió su cabeza para atrapar un pezón entre su boca para chuparlo, mientras murmuraba: - Ven con mamá, so picarón. La caricia me electrizó a tal grado que empujé su bata por los hombros y se la dejé caer antes de que la mía tocara el suelo. Cuando se pasó hacia mi otra teta, yo levanté su rostro, lo besé y tomé una de las suyas, un tamaño de copa mayor que las mías, en mi mano para mamarla aprisa. Ella dirigió mi cabeza para asegurarse de que yo no dejara punto alguno de su busto sin besar y acariciar. Luego, me presionó para que me recostara sobre una de las camas y ella besó de nuevo mis pechos, para recorrer desde ahí por mi vientre hasta posar sus labios frente a mi vulva ardiente. Exclamó: - No te imaginas desde cuándo anhelaba tenerte así... Acaricié su mejilla con mis dedos, y tras un breve contacto de nuestras miradas, ella lengüeteó mis labios vulvares hasta que mi clítoris se asomó y ella se apresuró a mamármelo. De vez en cuando, lo soltaba para jugar con mis labios menores, creando suspenso en mí. Gruñí entre dientes: - No me tortures así, llévame al clímax... Me ignoró por un minuto, acariciando mis muslos y dejando escapar su aliento sobre mis húmedas partes. Yo gemí: - ¡Uuuhh, por favor! Y ella me metió un dedo por el canal mientras daba los últimos asaltos a mi clítoris con su lengua. Mi orgasmo brotó como un tsunami, haciendo que mis muslos y caderas saltaran descontroladamente. Aún excitada, me levanté y la llevé a la posición en la cual yo yacía, y sin más preámbulo, me puse a lamer su vulva. La imité lo mejor que pude, en especial, la parte en que la atormentaba espaciando los besos sobre el clítoris, y cuando le tenía mis dedos metidos en su vagina, sentí tentación de meterle uno por el ano. Al acercarme a su orificio prohibido, ella se estimuló más que lo que yo había anticipado, y desistí, para volver a mamarle el clítoris porque ya le faltaba poco. Le agarré sus nalgas y alcé sus caderas para no desperdiciar sus fluidos mientras ella se agarraba sus tetas y pellizcaba los pezones sin compasión. Gritó: - ¡Aah, aah, ahh! Y me descargó todo el torrente de sexo que había acumulado hasta el momento. De pronto, se levantó de la cama, metió la mano en el bolso de viaje y sacó un enorme consolador con correas, se lo ató a sus caderas y se acostó sobre mí. Antes de penetrarme, me besó los labios, intercambiando nuestros propios fluidos vaginales, y hasta hizo que nuestros pezones se tocaran, y me preguntó: - ¿Estás lista para esto? - Lista como nunca antes lo he estado. Y entonces, sentí esa cosa tan enorme atravesar mi vulva y vagina, hasta que se detuvo contra mi cuello uterino. Definitivamente, era mayor que lo que llevaba Yamil entre sus piernas. El placer de ser llenada por esa verga artificial superaba el dolor a medida que ella bombeaba, hasta que llegué a otro intensísimo orgasmo, que se repetía una y otra vez. De pronto, ella se detuvo, se lo desabrochó, y dejándolo incrustado en mí, me pidió: - Ahora, házmelo tú. Al sacármelo, hizo un sonido cómico, como una botella descorchada, y echamos una risita que en nada disipó nuestra lujuria. Me ayudó a atármelo a mi cintura, y se colocó en posición. Mientras me recibió en sus brazos, yo metí el instrumento en su tierna vagina. Al principio, todo el placer lo sentía ella sola, y lo único que yo disfrutaba era el morbo casi sádico de someter a una hembra a mi dominio. La embestí hasta con más fuerza, sabiendo que le atravesaba la cerviz repetidamente, pero ella no dio muestras de incomodidad, al contrario, me animaba: - ¡Así, así! ¡Dame, perra! ¡Dame más! ¡Aaahh! Dejándome llevar por mi papel masculino, le decía: - ¿Quién es tu hombre, eh? ¡Quién es tu macho! - ¡Tú, Kristen, tú eres mi dueña! Lo más increíble sucedió: con el último y más intenso orgasmo que ella sintió esa noche, yo alcancé uno igual o mejor, aunque ese consolador no tenía parte alguna que me penetrara mientras yo lo usaba en ella. Nos quedamos dormidas, o tal vez, desmayadas tras tan tremenda liberación de energía y placer, con mi "pene" aún en la vagina de mi ex-jefa... Al despertar, me separé un poco aprisa y pasé a la otra cama, y al ver tan grotesco aparato aún atado a mi cintura, me sentí extraña, y a la vez, fascinada. La sacudida despertó también a Laura, en el momento en que yo trataba de desabrocharme el consolador. Ella se cruzó a mi lado y me ayudó, y tomándome de mi mano, me condujo al baño. Nos turnamos en el inodoro y pasamos a la ducha para asearnos y ella se excitó otra vez, pero yo no pude sentir lo mismo. Me preguntó: - ¿Qué pasó? ¿Ya no te gusta? Hasta hace poco no te parecía tan repugnante... - No es eso... Pero ella podía ver a través de mi falsa modestia, y contestó: - Puedo ver que tú no sientes lo mismo que yo. Yo traté de congraciarme con ella, pero solamente logré tartamudear algo ininteligible. Ella salió de la ducha, y como dramatizando nuestra ruptura, se puso a lavar su juguete en el lavamanos, mientras prosiguió: - Yo comprendo perfectamente. Debió ser una reacción involuntaria de tu parte, motivada por tu soledad. Está bien... Yo me ruboricé y hasta se me salieron las lágrimas, porque sabía que ella tenía razón. Yo no iba a tener el valor de llevar un estilo de vida lésbico, y lo que más me dolía era que no me salían las palabras. Ella me abrazó, no para más sexo, sino para consolarme, diciéndome: - No te pongas así. Me hiciste feliz mientras duró. No te sientas como que me traicionas. Sencillamente, no está en ti, aunque anoche, habría creído que sí... - Hasta me defiendes, eres demasiado gentil. - Soy tu amiga, y tú también lo eres para mí. Ahora, sécate esas lágrimas y vistámonos, para regresar a casa. Cuando nos vestimos y salimos, aún era de madrugada, así que tuvimos tiempo de sobra para regresar a nuestros respectivos apartamentos, refrescarnos, ponernos ropa limpia, desayunar algo ligero e ir a nuestros trabajos para empezar a redactar los reportajes que traíamos del desfile de modas. Cobertura Profunda 02 Cobertura Profunda 2: Realineamiento A falta de algo mejor qué hacer, tuve algunas sesiones sáficas con Laura, ya en nuestros apartamentos y con mayor confianza entre nosotras, y aunque tuvimos orgasmos muy intensos, fui perdiendo el interés. En realidad, me cuesta visualizar a una mujer en términos románticos, así que comencé a esquivar las invitaciones que ella me hacía. Laura tomó la indirecta y se sintió en la libertad de salir con otras chicas, y yo aproveché para ir a citas con varones. Estas no fueron muy memorables, aunque los jóvenes eran muy apuestos y bastante exitosos en sus carreras, se creían la última maravilla, y se portaban muy egoístamente en la cama, insistiendo en mamadas y otros actos que me desagradan. Llegué a añorar el toque de mi amiga, pero no le di mayor importancia, y preferí concentrarme en mi propio trabajo y pasar mi tiempo libre con una copa de vino, un baño caliente y un buen vibrador, obsequio de Laura como despedida. Tras algunos meses, ella me llamó, muy excitada por la noticia que me iba a dar: - ¡Kristen, lo más maravilloso me ha pasado: me enamoré! Le pregunté en tono de broma. - ¿Quién es el afortunado? - ¿Cómo va a ser un macho? ¡No, tonta, de una mujer, y qué mujer! Es algo bajita y rolliza, pero eso significa que tiene buenas tetas y nalgas. Además, es muy madura segura de sí misma. En fin, una mujer de verdad y que me ama también. - Felicidades, te mereces ser feliz. ¿Y cómo la conociste, si se puede saber? - Por supuesto, pero mejor, quiero que vengas a conocerla y tal vez se anime a contarte ella misma, con lujo de detalles. Por cierto, ¿no estás celosa? - No, amiga, en realidad, me siento aliviada. Es que yo te veo a ti más como una hermana mayor que... - Bueno, te tengo que dejar. ¿Qué te parece el próximo fin de semana? Te recojo al salir del trabajo, a menos que tengas otros planes... - Bueno, Laurita. Te espero. Llegó el viernes y puntualmente, Laura pasó a recogerme y salimos con rumbo al centro comercial de la vez pasada. Extrañada, le pregunté: - Pero, ¿por qué vamos tan lejos? - Está bien, te contaré: Volví a la "boutique" para comprarme aquel conjunto azul que tanta sensación causó en el desfile, por cierto, durante la fiesta, me di cuenta de que Roxana, que es como se llama la empleada, me dirigía unas miradas discretas pero intensas. Como te iba diciendo, decidí medírmelo en los probadores, y al notar que ella trataba de ver hacia adentro, me quité la ropa interior, me puse el conjunto, y la llamé: -- Señorita, ¿puede ayudarme? -- Por supuesto, señora, ¿qué se le ofrece? -- Creo que habrá que hacerle ajustes a este vestido. Por favor, entre conmigo y mírelo. - Entró Roxana y le indiqué mis caderas, y le pregunté: -- ¿Usted qué opina: me queda demasiado ajustado? -- Se le ve bien. A ver, salgamos al pasillo, para que sienta cómo se mueve la tela sobre su cuerpo. - Salimos del probador y le modelé el vestido, y vi cómo su mirada seguía cada uno de mis movimientos. Huelga decir que me excité mucho. Me metí al probador de nuevo y allí me siguió. Palpó mi piel a través del vestido y no pude más: me despojé de él y me mostré desnuda ante ella. Se mostró sorprendida, pero se quedó callada. Me acerqué a ella para besarla, pero escuchamos la voz de la gerente, así que ella salió aprisa diciendo: -- No se preocupe, Señorita, le queda bien así como está... - Me vestí a toda prisa, recogí todo lo demás en mi cartera y fui al mostrador para pagar. Todo parecía muy normal, una vendedora cobrándole a su clienta, pero al devolverme la tarjeta de crédito, rozó mi mano casi imperceptiblemente y fue así como supe que me deseaba. - ¿Y que pasó después? - le pregunté ansiosa por más detalles. - La esperé contemplando vitrinas, y cuando salió, la seguí hasta que me vio y le hice señas para que me encontrara a la salida. Cuando yo pasé frente a ella en mi auto, se montó y el resto es historia. Hubo un breve silencio y ella lo rompió al decir pícaramente: - ¿Qué? ¿Acaso esperabas los jugosos detalles? - No, gracias, no hace falta; me los puedo imaginar. En eso, llegamos al estacionamiento, y Laura apagó el motor. A los pocos minutos, ella exclamó: - Allí está. Abrió la ventana y la llamó: - ¡Roxana! Llegó corriendo hasta la ventanilla de la conductora y se asomó para besar a mi amiga breve pero efusivamente. Nos bajamos y las amantes se abrazaron, y cuando se iban a dar un beso más intenso, recordaron mi presencia. Se separaron graciosamente y yo le extendí mi mano, diciendo: - Hola, soy Kristen... Apretó mi mano sensualmente, besó mi mejilla y dijo: - Roxana. Me soltó y preguntó: - ¿Pero, Laura, es esta tu pareja? ¿O la trajiste para hacer un trío...? Yo bajé mi rostro y Laura vino en mi auxilio, y tomándome por los hombros para quitarme de la "línea de fuego", contestó: - No, chica, es solamente una amiga del trabajo... - ¡Oh, perdón! Una ya no sabe quién es qué... Se volvió hacia mí y me dijo: - Ojalá usted no se haya molestado... Le dije, sobreponiéndome a la incomodidad: - No hay problema. Yo tampoco soy una experta en lesbianismo. Y volviéndose hacia Laura, nos dijo: - Vengan, conozco un lugar agradable para que conversemos. Nos montamos en el carro y Roxana nos dio direcciones hasta llegar a una pequeña barra de ambiente íntimo y discreto. Laura y yo ordenamos copitas de vino y Roxana ordenó algo más fuerte, y dijo: - Tengo algo que contarte, y ni siquiera sé por dónde empezar. Habría preferido que vinieras sola, pero en cierto modo, tal vez sea mejor que tu amiga esté presente hoy, porque no sé cómo lo tomará Ronaldo... Laura la interrumpió: - ¡Un momento! ¿Quién es este Ronaldo? ¿Acaso es...? Roxana esquivó la mirada y murmuró: - Mi esposo... En la penumbra del salón, apenas se podían ver las lágrimas bajando por las mejillas de ambas mujeres, mientras Roxana proseguía: - Desde la escuela superior, admiraba los cuerpos de mis compañeras tanto como a los muchachos. No le di importancia, y me casé con un joven de mi clase, y cuando empecé a trabajar en la boutique, ni siquiera se me ocurrió espiar a las clientas. Pero en el desfile de modas, al ayudar a las modelos a cambiarse tras bastidores, estos sentimientos brotaron en mí de repente, y sentí también algo que Laura irradiaba durante la fiesta. Esa noche, hubiese hecho el amor con mi marido, creyendo que así olvidaría todo el asunto, pero él volvió tarde de su taller de mecánica, y al quedarme dormida, tuve sueños muy extraños. Se volvió hacia mí e inquirió: - ¿Kristen? ¿No te contó acerca de cuando volvió para comprarse una de nuestros vestidos? Yo no podía apartar mi vista de ella, y cuando salí, allí estaba esperándome. Me llevó a un motel cerca de aquí, y allí me le entregué, y por unas pocas horas, me hizo olvidar que tengo una vida ya hecha... Se cubrió el rostro con sus manos para llorar, y cuando Laura le echó el brazo para consolara, Roxana se lo sacudió con brusquedad. Se tragó lo que le quedaba en su vaso, y yo decidí llamar a la camarera para pagar e irnos. La llevamos a su casa y vimos que su esposo aún no llegaba. Roxy nos dijo: - Tendré que confesarle la verdad a Rony, pero primero, le prepararé algo de comer para que no esté de tan mal humor... No sé si fue Laura o si fui yo misma, pero surgió la pregunta: - ¿Es violento tu hombre? - Tiene mal genio, pero a mí nunca me ha levantado la mano. Conmigo, siempre se comportó como un caballero. Eso es lo que verdaderamente me preocupa: que la noticia lo lastimaría mucho... Laura sugirió: - Si quieres, te acompañaremos... - Mejor no... - O si no, podemos venir más tarde... Roxana asintió con la cabeza, sin decir palabra. Laura volvió a hablar: - Tú ya sabes mi número de celular. Llámame si tienes problemas... - No creo que haya, pero gracias. - Adiós y buena suerte. Nos dimos besitos de despedida y Roxana entró a la casa, mientras nosotras abordábamos el automóvil. Laura dijo: - Kristy, no quisiera dejarla sola; ¿estás dispuesta a que nos quedemos en aquel motel? Y perdona que te haya metido en este embrollo... - Para mí, no es molestia. Tú me has ayudado mucho y hoy me toca apoyarte. Tomó mi mano fuertemente y dijo: - ¡Gracias! Nos registramos en el motel, nos duchamos por turnos y dormimos en camas separadas. Yo no la deseaba sexualmente y ella sentía mucho por Roxana. Antes de despertar, sonó el teléfono. Era ella. Laura conversó con ella brevemente. Luego nos levantamos, nos vestimos, fuimos a desayunar al restaurante y al terminar de comer, decidí preguntarle: - Finalmente, ¿qué te dijo? - Que vayamos a media mañana. Está decidida a decirle todo y nos quiere allí para animarla. - O para protegerla... - No pienses negativamente. Bueno, ¿estás conmigo? - En las buenas y en las malas. Pagamos y nos dirigimos a la casa. Tocamos y Roxana ya estaba en la puerta para abrirnos. Al invitarnos a pasar, la saludamos normal y nos invitó a sentarnos en la sala para presentarnos a su esposo. El señor veía un juego en el televisor desde una butaca que daba hacia un extremo de su sofá. Laura se sentó en el mismo con Roxana y a mí me tocó una butaca al extremo opuesto. Preguntamos al caballero: - ¿A cuál equipo le va usted? Y él comentó: - A ninguno, pero el resultado de este juego puede afectar las posibilidades de mi equipo para llegar a la final. Roxana terció: - Mi amor, ¿podrías apagarlo entonces? - Está bien. Oprimió el control remoto y el televisor se apagó. Entonces preguntó: - Y ahora, ¿qué querías decirme? Roxana tragó mientras miraba fijamente a su marido. Laura y yo nos intercambiamos miradas por un segundo para finalmente fijarnos en la reacción de la esposa. Ella por fin dijo: - Rony, me quiero divorciar de ti. El sonrió nerviosamente e hizo la pregunta retórica: - ¿Es esto una broma? - ¡Tú ya me conoces, yo nunca bromearía con algo así! Yo... yo... El palmeó sobre su descansabrazos con fuerza y le gritó: - ¡Maldita sea, Rox, al menos pudiste decírmelo en privado! No hacía falta que involucraras a otras personas en nuestros problemas, ¿o es que las trajiste para que pudieran ver nuestro dramita? Después de todo, son tus invitadas. Muy bien, déjame preguntarte algo: ¿acaso será que andas con otro...? Supongo que hizo una lista mental de todos los amigos y conocidos con quien se imaginaba que su mujer lo engañaba, pero ella lo interrumpió: - No es por un hombre, es que... es que... El varón la miró atentamente, y ella se puso aún más nerviosa. Laura quiso intervenir, y Roxana por fin organizó sus pensamientos y confesó: - ¡Es que soy lesbiana! Ronaldo se levantó de su butaca como impulsado por un resorte e hizo un gesto amenazador. Roxana sintió miedo y Laura, instintivamente, se acercó a ella para protegerla con su propio cuerpo. Lo único que yo pude hacer fue ponerme de pie y dirigirle a él la mirada más severa de la que yo fui capaz. Eso bastó para que se sentara de nuevo, abatido. Lágrimas comenzaron a brotarle mientras balbuceaba: - ¿P... pero por qué...? Yo siempre creí que eras una chica normal... Roxana, ahogada en llanto, no respondía, y sin pensar, se refugió en los brazos de Laura. Yo rodeé una mesita entre el sofá y el televisor y me acerqué a él, me imagino que para evitar que él se volcara contra su aún esposa. Yo mido un respetable 5'6" pero él mide más de seis, además, yo soy la más esbelta y él es musculoso y tiene "vientre de cerveza", así que no estaba segura de cuán efectiva sería mi postura ante él si se violentara. Ya no lo miraba desafiantemente porque de su rostro se había ido el enojo, y solamente le quedaba un dolor indescriptible. Repetía: - ¿Por qué me has hecho esto? Todos estos años pensé que estaríamos juntos para siempre, ¡para siempre! Roxana se levantó y entró a la alcoba mientras él le reclamaba: - ¿Cómo? ¿Y ahora, te vas así, tan tranquila? Roxana lo miró y le respondió: - Créeme que esto es tan difícil para mí como para ti. Aún te amo, pero ya no siento lo mismo por ti. Y se encerró en la habitación, mientras Laura y yo flanqueábamos a Ronaldo. Luego, ella salió con un bolso de viaje y las tres nos dirigimos hacia la puerta. El caminó tras nosotras, mientras gemía como un niño: - No me dejes así... Yo me sentí responsable por la situación y dije a mis amigas: - Sigan ustedes, yo me quedaré. Sorprendidas, se volvieron hacia mí pero las tranquilicé con estas palabras: - El no me hará daño, si eso les preocupa. ¿Verdad, Ronaldo? Y le eché el brazo. No sé cuál de los cuatro estaba más extrañado con mi comportamiento. Laura contestó: - De acuerdo, pero llámame si necesitas algo. - Estaré bien, pero gracias. Y salieron. Yo me volví hacia él y le dije: - ¿Podemos ir a lavarnos un poco? El respondió humildemente: - Por supuesto. Venga por aquí. Entramos al baño y le indiqué que se inclinara frente al lavamanos. Comencé a lavarle la cara con una ternura que ninguno de los dos se esperaba. El trató de decir: - Yo nunca la traté mal... - Shhh, ya pasó. Cálmate, todo estará bien. Tú eres un hombre fuerte y te repondrás. Lo giré hacia mí como para inspeccionar mi trabajito, y algo me impulsó a abrazarlo y él bajó su guardia. Lo conduje a su alcoba y lo senté sobre su cama, y parada frente a él, comencé a besarlo inocentemente. El no me opuso resistencia, sino que me acarició los brazos tan gentilmente con sus manos ásperas de mecánico, para sobar mis mejillas mientras yo, movida por una emoción más allá de mi comprensión, besé sus frente y sus mejillas mal afeitadas hasta moverme hacia sus labios. Luego, acuné su cabeza para besarlo más intensamente, y finalmente, posé su rostro contra mi hombro. El ya no lloraba, ahora temblaba de deseo. Me miró extrañado y preguntó: - ¿Qué me haces? - Calla y confía en mí... - ¿Y tú, confías en mí? - Soy tuya. - Y yo soy tuyo... Nos besamos nuevamente, y él, tímidamente, metió sus dedos bajo mi blusa. Lo incité con la mirada y él me desabotonó con manos trémulas. Cuando me vi libre de la prenda, le ayudé a que me quitara el sostén y me desabroché la falda. Amasó mis menudas tetas y chupó mis pezones erizados, y fue tanto el placer que mis pantaletas se impregnaron inmediatamente con mis fluidos vaginales. El mismo me las bajó, y así desnuda, lo ayudé a que se desvistiera. El se reclinó boca arriba sobre el lecho, y acariciantemente, me moví a gatas sobre él para darle más besos. Bajé mi rostro hacia sus propias tetillas, y al sentir mis labios, él suspiró: - Oh, Roxana... Oh, perdón, Kristen... - Tranquilo, cualquiera se confunde, especialmente cuando una relación se termina y otra apenas comienza. El ya había perdido su erección por el bochorno, pero fue cuestión de seguir bajando por su vientre hasta quedar frente a sus muslos, y lamer sus testículos y chupar su glande como si fuese un clítoris, y al recobrar su pene el tamaño de poco más de siete pulgadas, se fue metiendo en mi boca por sí solo. Apenas me cabía, no tanto por su longitud sino por su grosor y vellosidad, pero le chupé y lamí lo más que pude, y casi me daba tanto placer como el que él mismo me dio sobre mis pechos momentos atrás. Su miembro temblaba con una eyaculación inminente, pero él me lo sacó y me volteó para con sus labios gruesos, abarcar mis labios vulvares e impregnarse con mis jugos, y también lamérmelos como un perro. Luego, aprisionó mi clítoris entre su labio superior y la punta de su lengua y succionó una y otra vez, imitando una felación. Sus movimientos eran rápidos y certeros, y la sensación fue subiéndome por todo mi cuerpo. ¡Me visualicé como un termómetro a punto de reventar por el calor! No pude contener mis caderas que golpeteaban contra su cara mientras yo gritaba: - ¡Oooh, ooh! ¡Ooooooohh! Mi gemido orgásmico me hizo entender por qué yo misma me puse en esta posición, y le dije: - Ven, muchachón, que quiero sentirte dentro de mí... Ni corto ni perezoso, se abalanzó sobre mí y me penetró salvajemente, y yo, bajo el efecto de mi primer orgasmo, lo acogí en mi vagina desbordante. Su órgano me ensanchó bastante e instintivamente me ajusté al ritmo de sus embestidas para deleitarme en la mezcla de placer y dolor. Mis orgasmos me vinieron en oleadas, y en la mejor parte, él me tomó por la cintura para hundirse bien dentro de mí, y entonces sentí su ardiente chorro de semen en mis entrañas. Cuando todo acabó, exclamé: - Todo esto es increíble, casi mágico. El observó: - La magia la has puesto tú; eres tan sexy. Ha sido el destino el que te trajo a mi vida. Me besó los labios y la frente, y me volteó para que yo quedara sobre él, y mientras descansábamos, él jugaba con mis cabellos. De pronto, sonó el teléfono, y Ronaldo lo contestó. Era Laura. El me la pasó y ella me preguntó: - ¿Kristy? ¿Estás bien? ¿Estás viva? ¿Te hizo daño...? - Estoy bien, no pasó nada, no me ha lastimado, excepto con su pene; lo tiene tan enorme que creí que me partía en dos bandas... - ¡Oh, Dios mío! ¿Entonces te violó? - No, chica, no me violó, yo lo quise así. Fue maravilloso, aunque imprevisto... - ¡Por eso era la insistencia de quedarte a "aliviar su sufrimiento", so putona...! ¡Y pensar que yo, como una tonta, temía por tu bienestar! A propósito, yo iba a dejar a Roxy en casa de su madre, pero por el camino, nos dio un ataque de llanto y al abrazarnos, una cosa llevó a la otra y nos metimos de nuevo al motel... En medio de risas llenas de complicidad, colgamos y yo me volví hacia mi hombre y lo besé para sellar mi destino a su lado... En conclusión, gestionamos un divorcio amistoso para Roxy y Rony, y fue fácil para ella conseguir empleo en otra boutique de la ciudad, lo que le ayudó a consolidar su relación con Laura, pero por el contrario, él ya tenía una participación en el taller y no lo podía dejar así para probar suerte en otro ambiente. Tuve que regresar sola a trabajar, limitándome los encuentros con mi nuevo amor a algunos fines de semanas o a visitas inesperadas por su parte, pero eventualmente, quedé preñada. Decidí tomarme vacaciones por maternidad, las cuales pasé en su casa, ahora de ambos. La revista fue muy acomodaticia, aunque tuve que ceder mi puesto de editora de sociales y quedarme como reportera al nacer nuestro hijo. Rony me obsequió un automóvil usado, restaurado por sus propias manos, para que pudiera viajar a cubrir mis reportajes, y así pude combinar mi carrera con mi nueva faceta como esposa y madre.