0 comments/ 13457 views/ 0 favorites El Ladrón By: Vudu Blanco Era todavía pronto pero ya estaba oscureciendo, aunque no hacía frío. De todos modos, Marcy se cerró el abrigo, no le gustaba caminar por ahí tan tarde ni siquiera sabiendo que su coche estaba al doblar la esquina. Pensó en la pistola que Luis le había regalado. Incluso le había pagado un curso para que aprendiese a manejarla, aunque se figuraba que nunca tendría que usarla. Marcy sintió su peso en el bolsillo del abrigo. "De todas formas, me da cierta seguridad", se dijo a sí misma. Al torcer la esquina vio una figura oscura dentro de su coche. Se agachó rápidamente tras unos arbustos y, casi sin darse cuenta, agarró la pistola con la mano. ¿Qué iba a hacer? No tenía ni idea, pero no quería que aquel tipo se saliese con la suya. Echó un vistazo a los alrededores, no había nadie más y el ladrón no la había visto. Sacó la pistola del bolsillo y avanzó resueltamente hacia el coche. Al acercarse vio que el tipo estaba sentado en el lado del pasajero, mirando hacia el asiento trasero. Cuando llegó al coche, se encontró detrás de él y no pudo evitar quedarse mirando el culo cubierto por unos ajustados vaqueros del ladrón. - Sal del coche -le dijo, preguntándose si su voz había sonado suficientemente autoritaria. - Mierda. - Sal ya, despacio. - Espera, espera. No dispares, solo estaba buscando algo de dinero, necesito comer. Haré lo que sea, pero no dispares. Marcy, allí de pie, con las piernas separadas tal y como le habían enseñado, y apuntando a la cabeza del ladrón, sintió cómo un ligero temblor recorría. El chico era sorprendentemente atractivo. De pronto, se dio cuenta de que no podía recordar la última vez que había estado con un hombre. De Luis hacía ya mucho tiempo y había habido muy pocos desde entonces. ¿Lo que sea? - Sí, lo que sea, pero no me dispares, por favor. ¿Lo había dicho en voz alta? La sensación de poder era tan estimulante, no podía concentrarse. Se dio cuenta de que el chico estaba arrodillándose delante de ella, implorando. Tenía la cabeza baja y las manos en la nuca, entre su corto pelo negro. ¿Lo que sea? Sus piernas empezaron a temblar y sintió su cara caliente. Notó que estaba a punto de desmayarse, pero él no la veía pues seguía mirando al suelo como un buen chico. Le rodeó dirigiéndose hacia el asiento del pasajero, tenía que sentarse o se desmayaría. No dejó de apuntarle en ningún momento. - No te muevas. Se sentó quedando detrás de él, mirándole en el punto de mira de su pistola. Apuntó a la nuca del ladrón y luego empezó lentamente a descender por su ancha espalda... Con la otra mano se levantó la falda. "¿Qué estoy haciendo?", pensó, pero estaba sonriendo. Se puso cómoda en el asiento. - Date la vuelta... El chico se arrastró girando con las rodillas, la cabeza mirando al suelo todavía. Marcy sonrió de nuevo. - Quiero que te ocupes de esto... Al oír esto pareció confuso y elevó la mirada lentamente. Cuando empezó a darse cuenta de lo que se esperaba de él, puso los ojos como platos. Ella le hizo señas con la pistola, irritada ante su vacilación. Él empezó a avanzar lentamente, mirando con atención el arma. Marcy estaba cada vez más enfadada, hasta que, de un modo irracional, se tambaleó hacia delante y apoyó la pistola contra la cabeza del ladrón. Este cerró los ojos con fuerza al sentir el frío metal. Parecía incluso que temblaba. - He dicho que te muevas. Marcy se quitó la ropa interior, escuchando cómo se rasgaba por el ansia con que lo había hecho. Ese sonido pareció apaciguarla un poco. Se echó hacia atrás, tendiéndose en los asientos. Su mano izquierda se deslizó entre sus piernas. Comprobó que ya estaba húmeda y separó sus labios vaginales con facilidad. Empezó a trazar círculos con su dedo. - Quiero que chupes aquí. El chico abrió más los ojos y su mirada fue de la pistola a la mano izquierda de Marcy, soltando un largo suspiro. Ella sonrió al fijarse en el ligero bulto que empezaba a formarse en aquellos ajustados pantalones. La sonrisa se desvaneció cuando le hizo señas con la pistola. Esta vez el ladrón se movió con más rapidez. Marcy gimió al sentir su aliento contra su coño. Luego sintió su lengua entrar en contacto con su húmeda piel, presionando con cuidado. El chico vaciló de nuevo y ella acercó la pistola a su sien izquierda, moviéndola suavemente arriba y abajo. Él pareció entonces entender y empezó a mover la lengua, lentamente. Marcy gimió levemente, entrecerrando los ojos, totalmente consciente de la pistola que tenía en la mano. Sus caderas empezaron a moverse contra la cara de su asaltante como si tuvieran mente propia. Levantó la pierna izquierda, apoyándola sobre la puerta abierta para así moverse más fácilmente. Estaba prácticamente levantada del asiento y sus muslos empezaban a dar sacudidas. Sintió las frías manos del chico meterse por debajo de su cuerpo, agarrando con fuerza su duro culo. Ahora él se movía más rápido, Marcy echó la cabeza atrás mientras sentía como si el aire saliese en tromba de sus pulmones. Empujaba todo su cuerpo contra la cara del ladrón, observando los sensuales movimientos de aquella cabeza entre sus piernas a través de sus entrecerrados ojos. Gritó al sentir una oleada de placer invadir todo su vientre, para convertirse luego en un escalofrío que recorrió toda su columna. Echó la cabeza atrás jadeando, mientras sus movimientos se hacían más rápidos. Todo pareció ocurrir casi a la vez. Marcy sintió un temblor, como si sus músculos fuesen a romperse de cansancio, pero no dejo de moverse. La pistola se apoyó sobre su pierna, el frío metal envió un escalofrío a su columna. Su cuerpo se convulsionaba, sus músculos se contraían involuntariamente. Oleadas de placer se sucedían recorriendo todo su ser, cada una más fuerte que la anterior, haciendo que brazos y piernas temblasen sin control. Cayó sobre el asiento estremeciéndose, con su estómago temblando sin cesar. De pronto, silencio, un largo silencio. Levantó la vista y vio que la pistola seguía en su mano, apuntando al lugar en que había estado el ladrón solo unos segundos antes... El Ladrón de Prenda Interior ¡"Pablo!" una voz chillona llamó. ¡"Pablo Rodriguez!" Era su madre. Ella llamaba - para la segunda o tercera vez, juzgando por su tono, una mezcla de impaciencia y molestia que linda sobre la cólera - que significó que él no debería gastar ningún tiempo - o no más tiempo - en responder a su citación judicial. Él había sido tan alcanzado en el momento, examinando sus tesoros, que, por lo visto, él no había oído sus llamadas iniciales. ¡"Estaré ahí mismo, Mamá!" él llamó. Hastily, he spread the collection of his pulp magazines and comic books over the cache of his secret collection of--well, of his treasures--which he kept in his dresser drawer, ensuring that all was hidden again by the lurid covers of the action-adventure periodicals that his Uncle Carlos had sent to him from Mexico: Guns of the Gringo, Alamo Adventurers, Mexacali Massacre, and Terror in Tijuana. Su tío no quiso que su sobrino olvidara su herencia mejicana. El tío Carlos quiso que Pablo recordara sus orígenes y, lo que es más importante estuviera orgulloso de ellos. Además, él quiso que Pablo creciera para ser viril, tuviera - - en efecto, exudara - machismo. Él quiso que Pablo fuera el hombre de un hombre, fornido y bullicioso e indecente. Él tuvo miedo, él se había confiado a su sobrino, esto levantado en una madre sola, sin un hombre alrededor de la casa, Pablo no podría beneficiarse del modelo a imitar macho que un vivo - en el padre podría proporcionar. El tío Carlos se habría alegrado de rellenar para el padre de su sobrino, pero ya que Pablo vivió en San Diego y su tío vivió en Juarez, el mejor que Carlos podría hacer era envían las revistas de pulpa, los libros de cómics, y una carta ocasional en la cual él expresó su esperanza que Pablo abrazaría su herencia y crecería para ser un fino, atando el espécimen con correa de la virilidad, como el Tío Carlos él mismo había hecho. Una vez, estas historias habían significado el mundo a Pablo. Últimamente, su petición había comenzado a quitarse, sin embargo. De vez en cuando, él releyó un, y él todavía pensaba con mucha ilusión en los nuevos que su tío le envió, pero no unos mucho debido a las historias que ellos contuvieron como porque era su tío que se los había enviado. Por lo que los cuentos ellos mismos estuvieron preocupados - bien, ellos sólo no parecieron como la excitación y encantador cuando ellos habían parecido una vez ser. La emoción de tales cuentos fue ida. Quizás Pablo los había crecido más que. Después de todo, él tenía casi catorce años ahora, y, en su edad, estas historias parecieron más absurdas que aventurero. Además, Pablo había tenido otras cosas en su mente ya que él había entrado en adolescencia - a saber, muchachas. No queriendo arriesgar de incurrir en la ira de su madre, Pablo dejó su dormitorio y se apresuró en la pequeña cocina del apartamento de adobe, donde ella preparaba la comida de la tarde: tortillas mexicanas y alubias freídas de nuevo con arroz. Su madre lo miró con la cólera en sus ojos. ¿"Dónde ha sido usted?" ella exigió. ¿"Por qué no viene usted cuándo le llamo? ¿Por qué no me contesta usted la primera vez que le llamo?" "Perdón, Mamá," contestó Pablo. "Adivino que no le oí." Ella fulminó con la mirada a su hijo. "Tengo mucho trabajo para hacer. ¿Haría daño esto a usted para darme una mano de vez en cuando?" "No, Mamá." ¿"Es ello mi falta que su padre es un vagabundo borracho y un adúltero lascivo? ¿Es ello mi falta él nos abandonó?" "No, Mamá." ¿"Piensa usted que es fácil para mí para cocinar y limpiar? ¿Piensa usted que me gusta tomar en el lavado de ropa de otra gente? ¿Piensa usted que disfruto cuidando de usted cada día, día a día, todos solo, sin la ayuda?" Pablo lamentó oír su conversación de madre como este. Lo hizo triste, por su proprio bien, y lo hizo sentir como si él no era nada más que una carga a ella. Cuando ella dijo tales cosas, aun si fuera de frustración y cansancio, él se preguntó si ella se preocupó por él más que su padre tenía. Tal vez, él temió, ella también lo abandonaría un día, cuando ella se cansó de cocina y limpieza y lavado del lavado de ropa de otra gente. "Siento, Mamá." ¿Ella fulminó con la mirada a él una vez más, fijándolo con ella enojado mira fijamente durante un momento largo, antes de que ella dijera, "Por qué podía usted no haber sido una muchacha? Entonces, tal vez usted sería más de una ayuda a mí alrededor de la casa, en vez de ser siempre una carga a mí. Los muchachos son egoístas. Todo en el que ellos alguna vez piensan es. Usted es justo como su padre: perezoso, egoísta, y desconsiderado." Pablo colgó su cabeza, avergonzada. ¿"Piensa usted que usted puede hacer entrar el lavado de ropa, al menos?" ella preguntó. ¿"Sería demasiado para preguntar?" "No, Mamá. Quiero decir, sí, Mamá. Quiero decir-" "No esté de pie sólo allí, musitamiento. ¡Vaya! ¡Traiga el lavado de ropa, cuando le dije hacer!" ¡"Sí, Mamá!" Pablo corrió de la cocina del pequeño apartamento de adobe, agarró rápidamente un cuévano, y esprintó en el patio que los apartamentos compartieron. Las residencias fueron construidas alrededor de la yarda cuadrada, sus puertas principales que se vuelven en las cuatro calles que arreglaron su bloque y sus cuatro puertas traseras que se abren en el patio. Varios tendederos colgaron suspendido de alféizares o postes, y, sobre estas líneas, colgaron el lavado de ropa de los arrendatarios y - en caso de la madre de Pablo, no sólo el propio atuendo de su y Pablo, sino también la ropa que ella recogió para lavarse para otros. Había una carga verdadera hoy. Esto llenaría fácilmente la cesta dos veces, tal vez tres veces. Con movimientos expertos, Pablo coleccionó la ropa, doblándolo como él fue, y lo amontonó en la cesta. Él fue dentro de la casa y descargó su carga. Su madre no dijo nada cuando él se apresuró por delante de ella, que significó, Pablo supuso, que ella estuvo contenta. En unos momentos, él se apresuró por delante de ella otra vez, en el patio, coleccionar y doblar otra carga de la lavandería fresca, limpia. Pablo y su madre tenían la ropa simple, duradera. La mayor parte de ello era el algodón o el dril de algodón que sujetó con clavos de cobre o cierres más bien que con botones. Su madre también poseyó varias bufandas. Ella tenía sólo dos faldas y blusas, y ella todavía llevaba puestas medias lavables más bien que nilones disponibles. Por supuesto, ella también poseyó unos pares de bragas y sujetadores. Pablo siempre estaba avergonzado para ver estas ropas interiores colgar en la línea, para todos para ver. Él le había pedido una vez juntarlos y dejarle el resto de la ropa, pero ella se había mofado de su petición. ¡"Crezca, Pablo!" ella lo había reprochado. "No hay ninguna necesidad para estar avergonzada sobre tales cosas. Todas las mujeres llevan puestos sujetadores y bragas." Pero los muchachos no hicieron. Tal vez esto es como la fascinación de Pablo con tales ropas interiores había comenzado. Los sujetadores y las bragas parecieron casi como si ellos eran artículos de la ropa que las criaturas de otras especies podrían llevar puestas. Él imaginó los pechos grandes de su madre dentro de las tazas suaves de sus sujetadores de algodón y sus partes privadas y sus nalgas dentro de sus bragas. No había llegan en avión sus calzoncillos, por supuesto, para no había ninguna necesidad por su parte. Más que sujetadores, las bragas intrigaron a Pablo. Él imaginó lo que sería gustan llevar puesto un artículo tan íntimo, un par de calzoncillos que no tenían ninguna mosca. ¿Cómo sentiría él dentro de tal artículo de la indumentaria? No todas las bragas en los tendederos del patio eran tan claras como sujetadores de su madre y bragas. Unos fueron hechos de la seda, y muchos eran de colores brillantes, más bien que blancos. Pablo había visto cada color imaginable en estas líneas - rojo y rosado y lavanda y verde y azul y amarillo y turquesa y purpúreo y otras cien sombras, pareció. No todas las señoras que vivieron en los apartamentos adyacentes a la residencia de su madre eran tan pobres como ella, ya que muchos eran solos y no tenían a ningunos niños sobre quien ellos deben gastar sus ganancias. Ellos podrían permitirse mejor, sexier ropa interior. Sus bragas eran hermosas. Unos eran exquisitos, como mariposas enormes o los pétalos de flores gigantescas o el plumaje de loros brillantes. Ellos eran encantadores. Magnífico. Ellos eran tan hermosos que sólo considerar ellos hace daño al corazón de Pablo. ¡Y había tantos estilos, también! Unos eran sólidos. Los otros fueron imprimidos con puntos o flores, mariposas o aves. Él no podía comenzar a llamar todos los estilos diferentes. Él no estaba hasta seguro que ellos tenían nombres. Algunas bragas tenían cinturones elásticos altos, pero eran muy cortas por otra parte. Muchos eran vagamente triangulares en la forma, con lados tan estréchese que la mayor parte de la pierna superior del wearer mostraría y, con la mayor probabilidad, una parte buena de sus nalgas inferiores. Los otros miraron como si ellos montarían a caballo bajo en el abdomen de la señora, abrazando sus caderas y apenas cubriendo sus partes privadas. Unos cuantos miraron más bien tiradores que la ropa interior y seguramente no podían cubrir mucho más que los elementos necesarios de la feminidad de una señora. Muchos pares parecidos totalmente incapaz de cubrir mucho más que una venda podrían ocultar. Pablo había visto hasta un par de correas en unas ocasiones. Al principio, él no estaba seguro cuales éstos eran. Ellos seguro no parecieron a bragas - no ningunas bragas que Pablo había visto hasta antes, de todos modos. No había ningún asiento en ellos. Ellos eran un poco más que un breechcloth, pero skimpier, hasta, que el actor que había jugado a Tarzán en una película que él había visto por la televisión hace unos años se había gastado, y un par había sido todo el cordón, más bien que la seda o el satén. Mirarlos había hecho Pablo sentirse mareado, él había sentido un conmovedor extraño en sus lomos, y, un momento después, un aumento se había formado en sus propios calzoncillos. Por suerte, nadie lo había visto en tal estado. Pablo imaginó como la seda o el satén podrían sentir contra su piel, eran él para llevar puesta tal maravillosa ropa interior. ¿Cómo podría él sentir en un par de correas? él se había preguntado. Si sólo él pudiera probar un par de tales bragas encantadoras, sólo una vez - pero, no, tales pensamientos eran absurdos, él se dijo; los muchachos no llevaron puestas bragas. Las bragas eran para muchachas. Justo como todo lo demás suave y hermoso era para muchachas, si mariposas, flores, o aves. O bragas. Él nunca podía probar un par de ellos. Si él hiciera y su Tío Carlos alguna vez averiguado, su tío macho lo desconocería, y no había ninguna narración lo que su madre le haría. ¿Él no podía llevarlos puestos, él se había decidido, pero él podría coleccionarlos, verdad? ¿Desafío él? El robo pensado un par de bragas femeninas casi lo hizo desmayarse. También hizo su raza de corazón, su boca seca, y sus rodillas débil. Él recordó el primer par que él había tomado, estos que habían comenzado la colección secreta él se quedó escondido bajo las revistas de aventura de acción y libros de cómics que su Tío Carlos siempre le enviaba de Juarez, junto con notas sobre ser un hombre, quedarse masculino, y ser macho. "Tal vez usted debería calcular con algunos pesos, Pablo," había sugerido su tío en la carta que había acompañado a Mercenarios Despiadados, el Tío de revista Carlos le había enviado sólo hace una semana. Las bragas - los primeros que él había tenido alguna vez el nervio para tomar - fueron hechos de la seda de oro coloreada, y ellos eran brillantes y suaves. Ellos fueron recortados en la plata, y las cintas de lavanda fueron atadas en arcos diminutos, apretados abajo el uno o el otro lado. ¡Ellas también habían sido correas, sin un asiento, de modo que las nalgas del wearer mostraran! ¡De una mano temblorosa, su hambre de corazón excitada, y que tiene en el estómago y débil en las rodillas, sosteniendo su aliento y rezando él no fue agarrado, Pablo, después de mirarse alrededor, asegurarse que él no estaba siendo mirado, había arrebatado las bragas del tendedero y los había metido dentro de su cesta, bajo sus propios informes de algodón claros, blancos - la clase con una mosca - y había vuelto a su dormitorio, con miedo alguien lo había visto, después de todo, y gritaría, "Parada, ladrón de prenda interior!" En cambio, él había tenido éxito. Su robo había ido pasado por alto, y él había comenzado, con aquellas correas de oro encantadoras, la colección de bragas que habían crecido, despacio, un par a la vez, a lo largo de las semanas y meses hasta, ahora, él tenía a casi un cajón de aparador entero lleno de la ropa interior brillante, vistosa y pensaba que él necesitaría más espacio pronto. Huérfano de padre y vivo con una madre que reprende en condiciones de cerca pobreza, Pablo consideró las bragas como las únicas cosas brillantes y hermosas en su vida por otra parte apagada. A veces, él estaría de pie antes de su aparador, con el cajón abierto, extienden la capa de libros de cómics y revistas aparte, y sólo contemplan la colección de bragas que él había robado, sobre todo de tendederos en vecindades además de su propio, y, en ocasiones raras, hasta de tiendas locales, y golpe la seda y satén, el spandex y Licra y cordón, y dice, como su ojo errado sobre el bermellón y escarlata y ciruelo y lavanda y melocotón y se elevó y colores de cobalto, Un día la vida sería tan maravillosa y espléndida y elegante como estas bragas hermosas. Él había dejado de robar hace unas semanas, sin embargo, cuando él aprendió, de su madre, aquella palabra se había extendido por la vecindad que un ladrón de prenda interior era suelto en las cercanías. Con la mayor probabilidad, el ladrón era alguna clase de un pervertido, un bicho raro con un fetiche de bragas, y alguien que podría ser peligroso. Las mujeres en el área fueron asustadas, y estos con novios o maridos habían jurado de hacer el ladrón de prenda interior lamentar el día él nació si ella vino cerca de ellos - o sus bragas. La policía había sido notificada, también, dijeron a Pablo, y ellos no dejaban pasar un ojo para el ladrón de prenda interior. Al principio, Pablo había pensado deshacerse de su alijo de bragas. Si ellos fueran encontrados, ellos lo incriminarían. ¿Qué pensaría su madre en él, si él debiera ser identificado como el ladrón de prenda interior? ¿Qué pensaría su Tío Carlos? ¿Qué pensarían sus vecinos, o sus amigos en la escuela? ¿Terminaría él en reformatorio o cárcel? ¡Tal vez le enviarían hasta a la prisión! Él sabía que él debería deshacerse de las bragas en su cajón de aparador, y él había intentado, varias veces, pero él sólo no podía traerse para hacer así. Ellos eran su único eslabón a belleza y elegancia y el sueño de una mejor vida un día. Él podría tratar también de deshacerse de su propio corazón y alma para tirar hasta un par de sus bragas atesoradas. Al final, él había comprometido. En vez de deshacerse de su colección de bragas, él había dejado de robar la ropa interior. Sin un ladrón de prenda interior en el suelto, las mujeres tendrían ya no miedo, y la policía giraría su atención a otros asuntos. Quizás Pablo podría reanudar hasta sus robos, al ratito, cuando las cosas calmadas y el calor eran desconectadas, aunque, él supiera, él no debería. Él debería marcharse para siempre. Después de todo, él ya tenía muchas bragas. Él no necesitó más, y era tonto arriesgar de ser agarrado. Él había logrado resistir la tentación de robo de más bragas durante varios meses ahora. Él podría marcharse totalmente. ¿No podía él? bragas. Seguro él podría, él se dijo. Después de todo, el robo de bragas no pareció a una adicción o algo. Él podría marcharse. ¿"Pablo?" Era su madre otra vez. ¿"Qué le toma tan mucho tiempo, muchacho?" "Nada, Mamá." "Usted ha estado ahí durante veinte minutos. ¿Cuánto toma esto para traer una cesta de lavandería en la casa?" Calidad de gracias él había estado juntando y doblando la lavandería en la línea cuando él había reflexionado sobre sus caminos que roban prenda interior, Pablo pensó. Por otra parte, él estaría aquí fuera al menos otros diez minutos. Como era, él había doblado todos los artículos y los había apilado con esmero en su cesta. "Soy terminado, Mamá," le llamó él. "Tendré razón en." Él dobló, recogió la cesta, colocándolo en una cadera, y comenzó hacia la casa. Por el camino, él pasó un pequeño par de bragas verdes magníficas, tamaño de adolescente, con imaginación, colmenas llenas, mullidas y cintas amarillas brillantes, y, antes de que él lo supiera, y sin tener la intención de hacer así, él los había arrebatado de la línea y los había metido en la lavandería en su cesta. Su corazón corrió cuando él realizó que él había golpeado otra vez, directamente después de prometer él mismo que él no robaría otra vez, no para un largo, mucho tiempo, si alguna vez. * * * Una hora más tarde, sólo después de la comida, había un golpe a la puerta principal del apartamento. "Abra la puerta, Pablo, mientras limpio la mesa," su madre le pidió. "Sí, Mamá." Había el otro, más alto, golpe más largo. A quienquiera su invitado era, él o ella eran impacientes, Pablo pensó. ¡"Vengo!" él dijo. Elevándose de su silla, Pablo cruzó la manta gastada de su sala de estar, y abrió la puerta. Su corazón casi se paró, cuando sus ojos ensanchados y su boca bostezaron. La posición antes de él era un policía, pareciendo severa en su uniforme azul embutido. En el amplio cinturón él se gastó alrededor de su cintura, había esposas, una lata de la Macis, y una pistola de .45 calibres. Contemplando al muchacho aterrorizado como un gigante, él bizqueó abajo en Pablo. ¿Su voz era difícil y fría cuando él preguntó, "Su madre o padre a casa?" ¡Pablo se encontró tartamudeando cuando él llamó, "M-m-mom-m-ma!" ¿"Quién es ello, Pablo?" "La policía," el agente de policía contestó, antes de que Pablo podría hablar. Su madre entró en el cuarto rápidamente. ¿"Policía?" ella preguntó, pareciendo preocupada. ¿"Es algo malo?" El agente de policía no tomó sus ojos de Pablo cuando él contestó su pregunta. "Sí, señora, tengo miedo allí puede estar bien." ¿"Qué es este sobre, oficial?" ella preguntó. ¿"Es este su hijo, señora?" "Sí, este es Pablo." ¿"Pablo Rodriguez?" "Por supuesto. Soy Isabelle Rodriguez." "Bien, Sra. Rodriguez, tengo miedo recibí una llamada telefónica de uno de sus vecinos-" ¿"Quién?" "No es importante en este momento, Sra. Rodriguez. Lo que es importante es que el vecino relató a su hijo, Pablo, aquí, como habiendo robado algunas de sus bragas del tendedero en el patio que usted comparte con los otros apartamentos en este bloque." La madre de Pablo fulminó con la mirada a su hijo. Su boca se abrió y se cerró, como la boca de un beached, pescado agonizante. ¡Al principio, ningún sonido vendría, pero, finalmente, ella graznó, "Pablo! ¿Usted es el ladrón de prenda interior?" "Tengo un mandamiento de registro aquí, la señora," dijo el policía, "autorizándome para buscar su residencia para incriminar pruebas." ¿"Pruebas incriminatorias?" ella repitió, sacudido. ¿"Qué quiere decir usted?" "Bragas, señora." Él entrenó su frío, perforación contemplan al muchacho agitado. "El autor que buscamos ha robado bastantes pares." La madre de Pablo contempló a su hijo. ¡"Pablo! Usted no robó, verdad?" Mortificado, él miró los dedos del pie de sus zapatos, sonrojándose ferozmente. "Comenzaré con su dormitorio, señora," dijo el policía, andando a Pablo pasado y su madre y en su casa. Estaba claro que él no preguntaba al permiso. "Esto es correcto este camino, oficial," Sra. Rodriguez dijo, conduciendo al policía al cuarto de su hijo. Cuando él siguió, el agente de policía llamó, sobre su hombro, a Pablo. "Usted viene, también, hijo."