0 comments/ 6042 views/ 0 favorites Desaire By: brunorivera Rosana ya está enamorada. De día, se encuentra con Néstor en centros comerciales y de noche, se citan en la "disco". A veces, ella lo vuelve a traer a su apartamento o salen de paseo, y si los alcanza la noche, se hospedan en moteles, donde ella descubre nuevas facetas de la pasión sexual... Tras varios meses de relación, ella lo comienza a extrañar, ya que ha transcurrido más de una semana sin que él la llame. En su oficina, y durante un descanso, repasa los números que le quedaron registrados en su móvil, las llamadas que ella ha recibido de él. Trata un número tras otro, sin recibir respuesta, y se desespera. Es que le hace falta oír su voz varonil, ver su rostro alegre, sentir su cuerpo contra el suyo, en especial, su pene. Ya ha aprendido a tragarlo mientras lo mama y hasta tenerlo a través de su ano, y recibir su cálido semen por todos sus orificios y sobre su rostro, tetas y barriga... Pasan las horas y su trabajo reclama su atención. Ya a punto de cerrar, marca más números, usando el altavoz de su escritorio para usar sus manos en guardar papeles y apagar su computadora. Por fin, un número recibe respuesta, pero no la que esperaba, mucho menos, la que anhelaba. Una voz femenina contesta: - Residencia de los Rodríguez. No, Néstor no está... Tras la voz de mujer, otra se escucha murmurando: - ¿Quién era? Pero el engaño queda al descubierto, ya que aprendió a reconocer su timbre de voz a través del sonido ensordecedor de la discoteca. Otros empleados, al pasar hacia la salida, escuchan la conversación y comentan, especulando acerca del significado de las palabras. Algunos llegan a reconocer el nombre: - ¿Néstor Rodríguez, de "Data-AQ"? Pregunta un subgerente, a lo que una mujer responde: - Sí, ya sé quién es, pero, hijita, ¡ese tipo es casado! Rosana, espantada, desconectó el altavoz y terminó la llamada, y presa del horror y el bochorno, salió a toda prisa, abriéndose paso entre sus colegas, apenas musitando: - ¡Permiso! Tomó un ascensor, y antes de que sus compañeros la alcanzaran, oprimió el botón del nivel de estacionamiento, y la puerta se cerró, dejando a los demás afuera. Sus ojos ya ardían, su respiración se tornó convulsa y sus rodillas se debilitaban, por lo que sucumbió al llanto. Pero no estaba sola. Víctor, un empleado de otra división, que venía de los pisos superiores, la observaba sin entender lo que pasaba. Ella se tambaleó al detenerse el ascensor, pero el joven no se atrevió a acercarse. Al abrirse la puerta, ella se aferró al pasamanos para mantenerse en pie, mientras le reprochaba: - ¡Cobarde! ¿Por qué no me has ayudado? - Lo lamento, no supe cómo acercarme... - ¿Acaso no puedes ver cómo estoy? - Perdóneme; es que, al ir encerrados en el ascensor, pensé que usted creería que yo me iba a aprovechar de su estado para violarla... Su tono sincero, casi al borde de las lágrimas, la convenció. Pero sus pensamientos aún no se aclaraban, y al ver que los demás empleados llegaban en el segundo ascensor, ella corrió a esconderse tras una columna. Aún así, la descubrieron, y aunque trataron de disimular, aún cuchicheaban y ella volvió a sentir rabia. Víctor se paró ante ella, y trató de que ella ya no los siguiera viendo. Entonces, extendió su brazo, apoyándolo contra la columna y sólo entonces, ella aceptó abrazarse a él para que la consolara. Ella murmuraba, casi desquiciada: - ¿Sabes qué es lo peor de esto? ¡Soy tan pendeja que sería capaz de volver a buscarlo...! - ¿A quién? - A mi amante, un hombre casado... - No te preocupes, no te dejaré. Ella soltó una risita entre sollozos y se apretó con más fuerza a su nuevo amigo. Hasta tuvo el valor de pedirle: - ¡Llévame a donde tú vives, para no caer en la tentación! - Está bien. Y tomados por la cintura, caminaron hasta su automóvil, un último modelo pero no tan imponente como el de su ex. Al abrirle la puerta a ella, ésta se escurrió al asiento trasero y se empezó a desvestir. El, sorprendido, le preguntó: - ¿Pero qué haces? - ¿Cuánto hace que no has tenido a una chica en el asiento de un carro? - A mi ex-novia, antes de graduarme de la universidad... Pero, ¿y si alguien más viene...? - Ya todos se han marchado. ¿Ves? El nuestro es el último carro aún estacionado... - ¡Está bien! Y comenzó a desnudarse también. Tímidamente, acercó sus labios a los de ella y ella se conectó a ellos lujuriosamente. Buscó su lengua, y tras algunos minutos de entrejugarse, le dio permiso de que le besara el cuello y le tomara sus tetas. Debido al poco espacio del asiento trasero, apenas pudo tomar los pezones entre sus labios, y bajarle hasta su vulva quedaba descartado, así que le acarició su clítoris endurecido con un dedo, y ella le dijo: - Métemelo ya, no necesito protección. Estoy con la píldora... Víctor alzó las piernas de Rosana y le metió su pene, tras pasar algún trabajo para alinearse con su vulva. Ansioso pero preocupado, comenzó su vaivén y el rostro entre contento y ansioso de la hembra le animaba a intensificar su ritmo. Pronto comenzaron a producir los sonidos del placer, que las ventanas cerradas y empañadas apenas ocultaban. El chorro de semen caliente fluyó en el canal de la dama, desencadenándole su orgasmo más gratificante hasta el momento, y cuando a ella ya no le quedaron fuerzas para abrazarlo, él se desenredó y cruzó hacia el asiento del conductor, poniéndose sus pantalones parcialmente. Le dijo: - Quédate acostada ahí, para que descanses mientras llegamos. Rosana contestó juguetonamente: - ¡Qué maravilla! ¡Mi propio chofer! ¡A casa, Víctor! - Como guste, Madam. Disfrute del viaje. Al llegar, anduvieron aprisa y a medio vestir hasta el apartamento, donde hubo más sexo, pero eso ya será otra historia. Desaire: Precuela 3Precuela Rosana es una joven secretaria en una compañía de telecomunicaciones. Por el día, es puntual y responsable, pero en su tiempo libre, le gusta ir de fiesta. Un fin de semana por la noche, va con un pequeño grupo de sus amigas a un club, en plan de conquista. Todas son atractivas, pero no tienen los encantos de Rosana. Ella es alta, 5' 7" o 1.7m, esbelta, pelirroja, de tez blanca, rostro ovalado casi ideal, ojos verde oscuros penetrantes, senos redondos pero no vulgarmente grandes, que puede lucir en escotes provocativos sin caer en el mal gusto. Ordena una copa de vino tinto para entrar en calor sin emborracharse, y el color de la bebida enciende sus labios mejor que cualquier lápiz labial; dándole un aire de vampiresa. La música es fuerte y la compele a bailar sin esperar que un joven la saque a la pista. Sus movimientos son felinos al caminar hasta el lugar exacto donde están los especímenes más atractivos. Allí comienza su danza, con pasos y movimientos de tipo oriental, pero marcados con el ágil ritmo "tecno". Casi un ritual, más espiritual que sensual. Atrae muchas miradas, casi todas de varones, y algunas de muchachas envidiosas. Un joven que la observa, se decide y hace su jugada. Sin mediar palabra, entra en su círculo y hasta imita sus movimientos de cadera. Ella se voltea, como poniéndolo a prueba. El no se desanima y se acerca, y la sigue con sus caderas hasta colocarse directamente tras ella. Discreta pero deliberadamente, él se frota contra sus nalgas al compás del bajo, y ella recibe una probadita de una erección considerable; hasta se deja reposar contra sus caderas, para sentir su cuerpo. Como parte de su juego, él la toma por la cintura, y cuando se acerca el final de la pieza, la aparta un poco, le da vuelta para quedar frente a frente y mirarla, afirmando su conquista. Ella se mueve hacia la barra, evadiendo la mesa de sus amigas, pero no al nuevo compañero, quien le da alcance discretamente frente al mostrador. Entonces la conversación comienza: - Hola, soy Néstor. - Yo soy Rosana. - Bonito nombre. Bailas bien. - Tú no lo hacías tan mal. - Bueno, pero tu estilo es algo especial. - Gracias... Ella hizo ademán para pagar su vino, y él se le adelantó, pagando por ambos. Ella continuó hacia la salida, un poco rápido pero no tanto que él no la pudiese seguir. Una vez afuera, él le preguntó: - ¿Vives lejos de aquí? - No mucho. - Ven, yo te llevo. Ahora le tocó el turno a Rosana de seguir a su hombre, así lo podía tasar bien. El tiene poco menos de seis pies, y su figura es ligeramente musculosa. Se ve que cuida bien de su apariencia y viste bien. Llegaron hasta un vehículo compacto casi nuevo, preparado para la velocidad. El le abrió la puerta caballerosamente, y luego, tomó el volante. Ella le iba dando direcciones, y por momentos, él aceleraba al automóvil, haciendo alarde de su rendimiento. Ella se puso nerviosa, pero se esforzó por disimular, y él deceleraba, para no atraer la atención de las patrullas ni pasarse de los puntos de referencia que ella le indicaba. Al llegar a su apartamento, ella lo invitó a pasar y le ofreció algo de beber, mientras ponía música como la que tocaban en el club. Instintivamente, movió sus caderas, ya menos exhuberantemente, y una vez más, él se le acercó. La abrazó por la espalda y ella se dejó llevar, para poco a poco, girar y volverse a abrazar a él. Con el contacto de su pene calentándola a través de sus ropas, se excitó tanto que lo comenzó a besar, permitiendo que sus lenguas se entrelazaran y que las manos de Néstor atravesaran su escote y juguetearan con sus tetas desnudas y sus pulgares estimularan sus pezones erizados. Gimió profundamente contra su boca, y en ese momento, él supo que ella ya era suya. La Rosana acomodó los brazos del joven alrededor de su propia cintura y caminó de espaldas hacia su alcoba, para así quedar sobre la cama, lista para la acción. El le terminó de quitar el vestido, y ella comenzó a desabrocharle a él su camisa y cinturón, y mientras él se despojó de su ropa, mamó un poco sus pechos para que ella no perdiera el ánimo. Luego traza una ruta de besos por su abdomen hasta su vulva y clítoris, mientras le quita su "hilo dental" y con disimulo, se ciñe un condón. Todos sus pasos están cuidadosamente ensayados. Cuando los suspiros de Rosana suben de tono, Néstor posiciona su cuerpo sobre el de ella, y mientras la abraza, la va penetrando lentamente. Cuando sus diez pulgadas se han sumergido en la vagina ardiente, ella gime, y aunque siente un poco de dolor, eso no le impide alcanzar un pequeño orgasmo que progresa hacia un clímax múltiple, a medida que él la embiste más y más impetuosamente. Ella busca el contacto visual con su amante, para deleitarse en su apostura, pero involuntariamente, sus ojos se abren casi hasta desorbitarse, para luego cerrarse mientras chilla y grita locamente. El le hace coro mientras descarga un buen chorro dentro del preservativo, y se da vuelta para yacer boca arriba al lado de ella, quien lo felicita con besitos de mariposa en su rostro y pecho. Aún exhausto tras la sesión de sexo, Néstor se levanta y se vuelve a vestir nerviosamente. En medio del estupor postorgásmico, ella se tarda en darse cuenta de que su amigo se marcha, y tímidamente, le interroga: - ¿Ya te vas? ¿Tan pronto? - Sí... Mamita. Es que mañana tengo trabajo. - Pero mañana es feriado... - En mi trabajo, hay turnos rotativos. Mira, dame tu número y yo te llamo cuando logre sacar tiempo para estar contigo otra vez. - Está bien... Y ella le dio su número de teléfono celular mientras lo acompañaba hasta su puerta, aún desnuda. Cuando él salió, ella puso el seguro y se reclinó contra la puerta, ya que la satisfacción superaba a su desilusión. Perezosamente, caminó hasta la cama y se dejó caer, pero no logró conciliar el sueño hasta casi el amanecer...