Maldita alergia, cada vez que llega la primavera hay un par de días en los que pierdo mi olfato. Es bastante molesto. Hoy iba al médico para que me recetara el medicamento adecuado, que año tras año seguían siendo las mismas pastillas. Me miré al espejo. Para ser un lobo gris no soy tan grande ,tan sólo un poco más alto que una hembra. Quien me viera tampoco podía evitar percatarse de mis ojos, de color ámbar, y su brillo, más de una vez me han dicho que les gustaría tener unos parecidos. Mi pelaje estaba completamente revuelto, nada que una ducha no pudiera solucionar. Para mí la parte más relajante del día, el agua cayendo y deslizándote por tu cuerpo mientras notas la suciedad desaparecer. Es el momento perfecto para pensar y reflexionar. Por desgracia nunca suele durar mucho. A los cinco minutos ya estaba de vuelta en mi cuarto, pensando en qué ponerme. Al abrir mi armario todo parecía bastante normal; camisetas, pantalones, unas cuantas chaquetas y un par de camisas; pero si se abría un cajón se descubría uno de mis grandes secretos. En él habían faldas, vestidos y tops listos para cuando quisiera usarlos. Una de las ventajas de mi relativa baja estatura era que las prendas femeninas no solo me quedaban bien, sino que que hacían parecer una mujer. No me acuerdo bien cuando descubrí que me gusta el 'crossdressing', pero llevo haciéndolo años y me gusta cada vez más. ¿Iba a hacerlo hoy? En el Centro de Salud de la urbanización ya sabían de esta afición, así que no causaría demasiada confusión. Acabé poniéndome una falda simple y una camiseta, ambas negras, con una sudadera roja ajustada y unas medias largas. Al salir del cuarto me topé con Luna, mi compañera de piso. Nos conocimos en el instituto y desde siempre nos hemos llevado bien. Es una loba cuyo pelaje mezcla el marrón y el negro además de tener ojos dorados. Es un poco mayor que yo, siempre atenta a todo a su alrededor y con la costumbre de ir por casa en ropa interior. Al principio se me hacía raro, pero tras vivir con ella tanto tiempo resultaba ordinario. -Hey, ¿te vas ya? -Sí, cuanto antes pueda recuperar el olfato mejor. -De acuerdo, que te vaya bien. Tras darme un abrazo, salí a la calle. Aún hacía frío, pero se podían ver a los árboles y arbustos florecer nuevamente. Era una vista preciosa y la razón por la que habíamos elegido este lugar apartado de la ciudad, alejados de su constante ruido. Lo único malo era que tenía la nariz bloqueada. Nuestro edificio era el único bloque de pisos en todo el vecindario, el resto eran grandes casas rodeadas de grandes jardines donde los niños solían jugar con regularidad. A estas horas las calles estaban vacías, la mayoría estaban ya en el trabajo o en su casa durmiendo. El Centro de Salud estaba al otro lado del barrio, junto a un colegio. El interior también estaba bastante vacío, esto iría rápido. La puerta de la consulta estaba abierta, lo cual señalizaba que podía pasar. Dentro había un ciervo vestido con una bata blanca. -¿Se puede?- pregunté -Hola. Hati, ¿verdad? Siéntate. -Vengo por el tema de la alergia. Miró algo rápidamente en su monitor. -Es la época. Alergia al polen de flores como la prímula, el clavel, la lavanda... -Sí, a eso. Sacó un papel en el cuál apuntó la receta y la fecha, firmándolo y sellándolo. -Lo mismo de siempre, entregue esto en la farmacia. -Muchas gracias. Tomé la receta y me acerqué a la farmacia más cercana. Ahora había más gente en la calle; ya fueran de paseo, a comprar o a tomarse algo con los amigos. Rápidamente me dí cuenta de que los lobos me estaban mirando de forma de forma extraña. ¿Por qué sería? Una vez tuve la medicina me dirigí a casa. Cada vez que pasaba al lado de un lobo los oía olisquear. ¿Qué estarían oliendo? El olfato te daba mucha información sobre el estado de otro lobo, ¿se me habría olvidado lavar la sudadera? La curiosidad y la paranoia me pudieron, parando en un bar para tomarme la pastilla. Pedí algo simple, una tostada y un zumo. En cuanto me llegó la bebida saqué una pastilla y me la tomé. Durante los siguientes cinco minutos recuperé gradualmente el olfato, siendo cada vez más obvio la naturaleza del olor misterioso. Apestaba a loba en celo. Muy gracioso Luna. En ese momento se sentó un lobo enfrente mía, iba a pedirle que se fuera cuando lo reconocí. Era Strokk, un compañero de la uni y de los pocos amigos que había hecho en esta. Era un lobo polar, de pelaje blanco y ojos azules, con fama de alborotador. Llevaba unos vaqueros azules y una chaqueta blanca. Aún no le había contado mi pequeño secreto y, a juzgar por su cara de asombro, parecía que me había reconocido. -Hati, ¿eres tú? -Sí, soy yo. ¿Qué te trae por aquí? -Suelo venir a desayunar aquí.- Me miró de arriba a abajo, aún incrédulo, y olisqueó para asegurarse-No tenía ni idea de que te molaba eso. -Ya, no es algo de lo que suela hablar. Sus mejillas tomaron un color rojizo. Era bien conocido que el olor de una hembra en celo de tu especie tenía ciertos 'efectos' que debían prepararte para procrear. No era descabellado pensar que estaba un poco 'incitado'. Se formó un silencio incómodo, yo me limitaba a comerme tranquilamente mi tostada. Por su parte, Strokk evitaba mirarme directamente a los ojos. -Oye,- dijo finalmente- ¿te gusta también el...? bueno, ya sabes -Me temo que no sé Se sonrojó aún más, ¿porqué estaría tan incómodo? Estaba tratando de decir algo, pero solamente balbuceaba. Entonces me dí cuenta, ¿lo que creía era cierto o estaba pensando de más? Tenía que comprobarlo. -¿Intentas decirme que te gustan... los tíos? Simplemente asintió, claramente avergonzado. De todos mis conocidos, era el que menos me esperaba que fuera gay. Por mi cabeza pasaron imágenes de nosotros en la cama, ahora era yo el que se sonrojaba. -¿Y a tí te gustan? Más de una vez me había preguntado como sería, pero nunca me había molestado en probarlo. En mi cabeza todo era caos. -Ni idea. Nunca me lo había planteado seriamente. Una vez más silencio, aproveché para ir a pagar la cuenta. Todo era muy extraño, ¿me habría pegado Luna el olor a propósito? ¿Sabía que me encontraría con Strokk? Todo parecía una gran casualidad. Mientras esperaba a que me trajeran el cambio noté al lobo albino acercarse, había podido ordenar mis pensamientos. Se detuvo a mi lado. Ahora que tenía tiempo para reflexionar... era un chico grande, musculoso y el su pelaje blanco me gusta mucho. Además, pese a su actitud de macho alfa, en privado era muy cariñoso y sorprendentemente inocente. -¿Te gustaría probarlo? ¡¿Qué?! Apoyé mis codos en la mesa y me tapé la cara. ¿A qué venía eso ahora? Es cierto que me gustaría, ¿pero tan de repente? Lo miré a la cara, se le veía muy nervioso. Finalmente asentí. Las marcas de duda en su cara se sustituyeron por una gran sonrisa y empezó a mover su cola. El entusiasmo de este chico era contagioso. Recogí mis cosas y salimos del bar directos a mis casa, una vez pasado el shock inicial todo parecía más claro. El lobo blanco caminaba a una distancia prudencial, aún pensaba en no incomodarme. Me acerqué ligeramente a él, entrelazando mi cola con la suya. Al poco tiempo llegamos. Dejé que entrara primero y cerré la puerta tras de mí, ambos nos quitamos el abrigo. Ahora que estábamos aquí estaba aún más nervioso. Íbamos a hacerlo. El corazón me iba a mil por hora. Strokk no vaciló, suavemente me acarició las mejillas y me besó. Su lengua buscaba la mía, moviéndose incesablemente para poder sentirla entera. Me pareció que se paraba el tiempo. Me acerqué más a él, pegando mi cuerpo al suyo buscado sentir su calor, mientras que el albino delicadamente me levantaba para llevarme a mi habitación. Suavemente me dejó sentado en la cama mientras que él se mantenía al borde de esta. Me miraba con deseo pero aún estaba intentando controlarse, tomándolo de ambas manos hice que se sentara en frente mía. Entonces ví una pequeña nota en mi mesita, era de Luna. “Hey Hati, he salido y voy a tardar un par de horas en volver. Unos minutos después de que te fueras me dí cuenta de que olía ya a celo y creo que te lo he pegado, lo siento. Ya sabes que a veces empieza a oler antes de que empiece. Espero que no te haya causado muchos problemas” -¿Qué es eso?- preguntó Strokk -Una nota de Luna- dejé el papel donde lo había encontrado.- ¿Te acuerdas de ella? -Por supuesto, luego le daré las gracias por esta oportunidad.- Me sacó una risita. -Anda ven aquí. Besándolo nuevamente, le desabroché los vaqueros y empecé a bajárselos. Sentía sus manos recorriendo mi espalda, descendiendo suavemente y volviendo a subir. Poco después me quitó la falda, dejando mi rosado miembro al descubierto. Usando su peso me hizo que me tumbara quedándose el encima mía con nuestros penes tocándose, ambos ya duros. Noté su mano agarrar ambos falos, manteniéndolos juntos, mientra los empezaba a frotar suavemente. Un pequeño gemido le animó a continuar, pero pronto tuvo que parar. -Creo que sé lo que falta. Hice que el albino se levantara, haciendo yo lo mismo rápidamente, sentándonos otra vez. Dejé que mi saliva cayera en nuestros penes a la vez que la distribuía lentamente con la mano, centrándome en el suyo, lo que provocó que Strokk siguiera mi ejemplo. Estuvimos unos minutos pajeándonos mutuamente hasta que el lobo albino me hizo tumbarme otra vez, retomando lo que no había podido acabar antes. Muy pronto encontró un ritmo suave pero constante, el cual me dejaba sentir cada centímetro de su miembro deslizarse sobre el mío sin que fuera demasiado lento. El calor del albino se intensificaba por cada momento que seguíamos tocándonos. -¿Puedes hacer varias o sólo una?-Le miré un poco extrañado- Ya sabes... terminar. Me sonrojé ligeramente. -Varias Entonces me quitó la camiseta suavemente antes de acelerar el frote. No podía pensar en nada que no fuera nuestros miembros hasta que noté un líquido darme en el pecho justo antes de que me corriera. Una vez pasado el orgasmo ví a Strokk, aún encima mía, jadeando. Se había dejado caer encima mía, manchando su camiseta de semen, y me abrazaba con firmeza. Le dejé respirar antes de echarle a un lado y quitarle la camiseta, lamiéndole el pecho y bajando lentamente hasta su entrepierna. Poco después sus grandes manos me agarraron por detrás y me movieron encima suya de forma que pudiera alcanzar mi trasero con su boca. Así, sus manos separaron ambas nalgas y noté su lengua pasar repetidas veces por mi entrada, empujando contra esta y finalmente entrando para dejar una gran cantidad de saliva. Mis gemidos le invitaban a ir más rápido y más hondo. Un suave movimiento de cadera haciendo mover su polla me dejó claro que él también quería un poco de atención. Acercándomela a la cara, empecé a recorrerla con ambas patas, subiendo y bajando lentamente, tratándola con la más suma delicadeza. Aún estaba húmeda, permitiéndome deslizarme por ella sin mayor complicación. Estuvimos así varios minutos, escuchándonos el uno al otro y disfrutando del trato recibido, hasta que noté que Strokk me apretaba las nalgas seguido de su semen cayendo en mi cara. Me puse a cuatro patas con la cola levantada, mostrándome a él y dejando que hiciera lo que quisiera. No me hizo esperar mucho, a los pocos momentos ya notaba su punta dentro mía a la vez me empezaba a masturbar. -C-cuidado, es la pri-primera vez que hago esto- pude gimotear. El albino fue suave, entrando poquito a poco y asegurándose de que pudiera tomarlo, yendo lento tanto al entrar como al salir. Mientras yo gemía, él se inclinó hacia delante y empezó a mordisquearme la oreja. Pasados unos minutos, sentí algo más grande entrar. Tenía su nudo dentro. -Quiero que esto dure, princesa. La frase me volvió loco; no podía pensar en algo que no fuera él, sus músculos, su pelaje, su pene dentro mía, su boca, Luna... Espera, ¿ya había vuelto Luna? Una mirada al umbral de mi habitación lo confirmó; la loba estaba allí; vestida con su típica chaqueta de cuero y pantalones ajustados, sonrojada, observándonos y sin saber qué hacer. En ese momento el albino, que no se había dado cuenta de su presencia, empezó a correrse provocando que yo hiciera lo mismo. -Si me necesitáis, estaré en el salón.- Dijo finalmente No sabría decir cuántas horas estuvimos ahí, cuántas veces hizo que me corriera o cuántas veces lo hizo él dentro mía. Luna de vez en cuando nos traía vasos de agua y en una ocasión preguntó, muy avergonzada, si podía quedarse a mirar. Estaba agotado, apenas podía levantarme y mucho menos salir de la cama. Ambos nos dejamos caer en el colchón y finalmente su nudo se desinfló lo suficiente como para que pudiera sacarlo. Casi no podía hablar. -Creo que nos hace falta una ducha- Un breve olisqueo le daba la razón. -Quedémonos unos minutos más- Protesté, abrazándole -Qué son cinco minutos, ¿verdad? Después de varios abrazos y besos más, finalmente fuimos a la ducha. Nos llevó al menos quince minutos sólo para quitar las manchas de semen y otros diez para el olor. Una vez limpios, fuimos al salón. -¿Ya han terminado los tortolitos con su sesión?- Comentó Luna sarcásticamente. Se dió la vuelta y se percató de que no nos habíamos molestado en ponernos ropa.- Después de esto espero que no te importe que me traiga aquí mis rollos. -Tienes vía libre, Luna. El resto de la tarde fue tranquilo: después de que cambiara las sábanas de mi cama estuvimos hablando y viendo películas hasta la cena, pidiendo pizza. Poco después Strokk se fue a su casa y yo me fui a dormir.